martes, 15 de diciembre de 2009

15/12/2009 - Martes.





“… Mickey Mouse se pasea por tu calle con una recortada y sabes que no vas a recordar nada que no hayas tratado de recordar cien veces. Si eres capaz de fabricar algo fabrica espadas porque todo lo que vas a echar de menos son espadas. Confía en los caballos y confía en las quinielas pero no confíes en un país que desayuna niños como tú, y ten siempre en cuenta que todos los países, grandes o pequeños, desayunan niños como tú. Tampoco te conviertas en un completo imbécil porque las naciones saltan los escalones de diez en diez cuando caminan sobre imbéciles”. (Héroes, Ray Loriga)



* * *


Tengo un día papel de lija. Por dentro, por fuera intento no raspar a nadie. El sol a pesar de mí brilla, juega a un invierno de ley, mientras yo añoro estíos más condescendientes con mis huesos.

Heroínas. Aminetu Haidar no come. Tinduf está muy lejos. Los pecados de la Historia siempre son veniales, a toro pasado se transforman en eso, fueron mortales en su momento. Siempre es así, sólo hay que repasar los gloriosos capítulos que nos cuentan lo que fuimos. Sin ir más lejos y como ejemplo disponemos de unos trescientos años de Inquisición con sus correspondientes hogueras. Las de las vanidades no, las de quemar demonios.




Mi Heroe, sin acento, gesticula en medio de mi salita de espera. Creo que tiene frío, yo también, le digo, qué tal si nos vamos a dormir, debajo de las mantas se soporta mejor y así soñamos. O hacemos que soñamos. Porque las paredes se han encogido y disponemos de un surtido de rejas y barrotes en las tiendas de bricolaje, decorar la celda. Antes fue una jaula, sólo para relacionarla con una figura alada, pero era mentira, la figura tenía amputadas sus alas y el espacio adquirió la categoría verdadera de celda.

Creo que la única riqueza a la que puede aspirar mi Héroe –le pongo el acento que sé en su interior- es a la libertad.

Manuel Rivas entra en la Academia Gallega de la Lengua. No puedo sino alegrarme, de que un escritor al que admiro profundamente ocupe un lugar donde su esencia humana y su talento sean de provecho colectivo.

Le conté, anoche, a mi Héroe de cartón piedra, cómo se me había roto aquel jarrón chino de la dinastía Ting… Tong, me dijo. Suele empeñarse en conversar conmigo en lenguas que no entiendo, así que le bajo el volumen y me entretengo en seguir el movimiento de sus manos, cómo coloca los pies, las respiraciones entre palabras, los paréntesis sinuosos de sus labios, el parpadeo y asombro de sus ojos… Algunas noches están hechas para envolverse en una cálida manta y enamorarse, como antes, de tus Héroes, después sueles dormirte con la piel tan tersa como si te hubieras puesto una buena dosis de crema de babas de caracol.














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