lunes, 13 de septiembre de 2010

SIN DIARIO XXXVII


Vampi está recostado en la pared, con su abrigo oscuro, fumando. Amanda se detiene y le observa durante unos minutos. Saca algo del bolsillo y vuelve a guardarlo.

En la mirada de la niña no está solamente la imagen de Vampi. Hay una parte de ella que está en Vampi y algo de él que está en ella al mismo tiempo.

No traigo la carpeta. ¿Qué tal funciona tu memoria?

No hay respuesta. Se abrazan y se besan.

Bien, funciona bastante bien, recordaba que me gustaba besarte. ¿Por qué me llamas Vampi? Teresa, mi amiga Teresa, empezó a llamarte Vampi. Le contaste lo que te hice en la mano y ella decidió llamarme Vampi. Así fue. Está bien, me gusta, puedes seguir llamándome Vampi.

¿Qué escondes en el bolsillo?

Vampi ríe con ganas.

Una tontería de efectos mágicos. Algo que me ayuda a reservar el lugar que te corresponde. O sea, una de tus dementes ideas. Te lo contesto mañana por la mañana en el autobús. ¿Puedes esperar hasta mañana? Bueno, sólo hasta mañana.

Me cae bien Teresa. ¿Cuándo la voy a conocer? Apenas te conozco yo a ti. Eso no es verdad, nos conocemos hace siglos. Tú no lo recuerdas, pero un día hace millones de años fuiste la única comida que tenía. Y te tenía que comer cruda, porque todavía no sabíamos nada del fuego.

Amanda ríe a carcajadas.

¿Hace mucho que conoces a Teresa? Desde párvulos. Cuéntame más.

Ahora está mal, estoy preocupada por ella. Sus padres tienen problemas y el padre está bebiendo más de la cuenta.

El rostro de Vampi cambia repentinamente, como si una sombra muy oscura le tapase el rostro.

Mi padre se mató hace dos años en el coche. Iba borracho.

Amanda lo mira espantada.

Lo siento. Yo también, pero ya no se puede hacer nada. Podemos inventarnos algo para ayudar a tu amiga. Eso estoy pensando yo desde hace días y no se me ocurre nada. ¿Tomamos una caña?

Los dos se echan a reír.

Mejor un café. Vale, aunque a esta hora me apetece más una caña.

Han caminado sin rumbo, en la dirección que les marcó la brújula de su conversación y de pronto se detienen tratando de reconocer el punto de la ciudad en donde se encuentran.

Aquí al lado hay un bar antiguo, me gusta mucho, podemos ir a ése. Así que a ti también te gusta ese bar. Sí, no vengo mucho, pero me encanta. ¿Tú vienes a menudo? Hace un año que no entro.

Se sientan junto a la cristalera que da a la calle y cuando se acerca el camarero piden dos cafés.

Te lo voy a contar. Celebré, aquí, solo, mi cumpleaños.





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