viernes, 30 de abril de 2010

Aposté a esperarte.




Soy el sol que teme ser día.
El ahorcado que se prolonga por la cuerda.
El dulce animal que danza su soledad.

(ANIMAL DANCE, Jorge Carrol)

* * *

Donde habitaba, tras los cortinajes de brisas ilusionadas, aposté a esperarte, como se espera el amanecer en una turbia noche de transpirados temores.

Alcé una copa y un beso, me dejé mecer sobre la ola de las intuiciones: infatigable batalla de sonámbula y soñadora, recorriendo la circunferencia estilizada de todos los plenilunios, con un reclamo imperioso.

Y al tacto de la tela, extendido lienzo con cientos de bocetos de tus manos, todas las premoniciones se cumplían aún antes de cumplirse.

Tibio laberinto éramos, sin Minotauros amenazantes, y con el hilo de Teseo fabricábamos lazos, con los que nos asíamos al fervor de la piel en el deseo.

Vienes ahora, con más presencia que nunca en la ausente ficción forjada, atraviesas el espejo de todas las miradas que dijimos y...

… temo el derroche inexorable de mis ojos sobre la palabra labio:

álgido centro del estío.
 




jueves, 29 de abril de 2010

Eco mágico.



“… una muñeca sin cabeza, un paquete de donde salía una cola de pescado. Los albañiles, los estudiantes, la señora, el clochard, y en la casilla como para condenados a la picota, LOTERIE NATIONALE, una vieja de mechas irredentes brotando de una especie de papalina gris, las manos metidas en mitones azules, TIRAGE MERCREDI, esperando sin esperar al cliente, con un brasero de carbón a los pies, encajada en su ataúd vertical, quieta, semihelada, ofreciendo la suerte y pensando vaya a saber qué, pequeños grumos de ideas, repeticiones seniles, la maestra de la infancia que le regalaba dulces, un marido muerto en el Somme, un hijo viajante de comercio, por la noche la bohardilla sin agua corriente, la sopa para tres días, el boeuf bourguignon que cuesta menos que un bife, TIRAGE MERCREDI. Los albañiles, los estudiantes, el clochard, la vendedora de lotería, cada grupo, cada uno en su caja de vidrio, pero que un viejo cayera bajo un auto y de inmediato habría una carrera general hacia el lugar del accidente, un vehemente cambio de impresiones, de críticas, disparidades y coincidencias hasta que empezara a llover otra vez y los albañiles se volvieran al mostrador, los estudiantes a su mesa, los X a los X, los Z a los Z”. (RAYUELA, Cap.: 23, Julio Cortázar)


* * *

Entonces vine yo, Maga, a jugar limpio, tú lo sabes. Pero ellos siempre lobos hambrientos. Tu niño llora y lloras tú. El amor de Oliveira no creo que haya sido. Sólo fue el tuyo, devotamente y con tanta admiración que te hacías imprescindible…

La vereda de entonces ya no está. Por ésta, de vez en cuando, sueltan un gato o una gata sucia y apenada y yo siempre me acuerdo de vos. Son sus ojos, Maga, esa profundidad de agua oceánica, donde a veces se hunde el sol desde lo alto. (En él los ojos son nocturnos, de mesa de café, cigarrillo y poemas. De tertulia con exposición de fotografía b/n al fondo y de música para hipnotizar serpientes, caracoles y todos esos bichos que se arrastran, adheridos a la tierra).

Contra cualquier conclusión concluyente, fuiste amada, Maga, de otro modo nada sabríamos de ti.


Fuera de contexto.



“El amor es realmente una tormenta de la imaginación”.



“El amor es un millón de enfermedades distintas”.


(TOKIO YA NO NOS QUIERE, Ray Loriga)

* * *

Cada noche, en ese interior, un amor fuera de contexto. El texto se exhibe, discute y pretende una razón que a veces no tiene. Cada noche un debate al viento o a la deriva de ese océano imaginario. Cada día buscando el hueco perdido, un afán afiebrado y torpe, que en la avanzada y, sin apenas tiempo, sólo encuentra barandillas asomadas al mismo precipicio.

Se dice. Y en la mayoría de las ocasiones, nada hay más triste ni decepcionante que esperar la respuesta de sí mismo. “Te caíste”. “No, aún no, no fue más que otro tropiezo”.

Y cuando ya sabe que la noche viene enferma de inútiles protestas, de alambres retorcidos sobre el vientre del silencio, de astutos cuervos con su “nunca más”..., olvida la importancia de respirar, simplemente, en un páramo. Porque ese aire que absorbe y mantiene la quietud o el movimiento en la estática vivencia, no sirve, aunque a pesar de ello camine.

Así, cuando invierno supera a estío, contra las medidas de los termómetros, su barca es la de Caronte, chocando con cualquier iceberg puesto en su camino.

El texto no concluye, enreda sus garras en el lecho nocturno y reclama la condición de piel amada. La vocecita tibia dice que no lo cuentes y la grave voz del alma exige que no ocultes nada. Entra y sale de una frase hiriente, de una frase tan solitaria y apresada, que le estalla.

Más tarde, cuando ya se había resignado al punto y aparte o al borrón y cuenta nueva, después de haber batido toda la sintaxis a punto de nieve, le sale el sol en otra ventana que siempre creyó cerrada. Y crece. Descansa. Punto y seguido le pone la mano ardiente en la espalda. Advierte cierto parecido, antes del alba, entre el no y el tal vez sí. La angustia se desmigaja y abraza la desnudez que sentía. La resistencia cede y aparece el gemido ferviente, expandido sobre los bordes de la misma noche y del amor fuera de contexto.

Subiendo, le encuentra a aquella frase, que se retorcía, el ombligo. Va hacia arriba y se detiene, dos puntos, entre comillas, la lengua comparece con un epíteto contundente. Y se desliza. Ya no se detiene... Gira y luego desciende...

Y yo, le dejo ahí, conjugando todos los verbos en presente.
 



martes, 27 de abril de 2010

Armonía y esperanza. (Amén)



“La coexistencia y la armonía... Todo tiene que equilibrarse. La naturaleza está equilibrada. Las bestias viven en armonía. Los seres humanos no han aprendido a hacerlo. Siguen destruyéndose. No hay armonía, no hay proyectos. En la naturaleza todo es muy diferente. La naturaleza está equilibrada. La naturaleza es energía y vida... Y restitución. En cambio los seres humanos sólo destruyen. Destruyen la naturaleza. Destruyen a los demás. Y acabarán por destruirse a sí mismos”. (LOS MENSAJES DE LOS SABIOS, Cap. 8: Cambiar el mundo, BRIAN WEISS)






No parece que últimamente la naturaleza esté muy equilibrada y, sin embargo, no hay duda, lo está. Pienso que sólo emite respuestas a las desmesuradas intervenciones que en ella y sin respeto alguno hacemos.

No hace mucho, asisto a una exposición, en la que una fotografía mostraba la imagen de una joven madre africana, con su niño atado a la espalda y un recipiente de agua sobre su cabeza. Caminaba bastante para recoger ese agua. La mujer era del Chad. Cada fotografía estaba acompañada de su historia. La mujer pertenecía a una familia que en su pequeña tierra había encontrado petróleo. Una gran compañía estadounidense le compró la tierra por una suma insignificante. Con ese dinero se pudieron hacer una casa de ladrillo rudimentaria, comprar otra tierra de similares dimensiones a la que tenían y un cerdo.

La semana pasada explota una plataforma petrolífera frente al estado de Louisiana. El contenido de miles de barriles de petróleo se derraman en el océano, a no demasiados kilómetros de la ciudad más conocida de ese estado Nueva Orleans. Supimos de ella y de sus secretos de familia cuando Katrina la inundó con furia y destapó el lado oscuro y menesteroso del “sueño americano”.

Pero estas incongruencias no son de ahora mismo, ya en el pasado cuando se colonizaron esos lugares, la huella de nuestra más triste condición humana se abrió camino, desechando lo que no vale. Esas tierras fueron colonizadas por españoles, alemanes y franceses. Los Choctaw, antiguos habitantes de la zona, sobre los márgenes del Mississippi, después de los conflictos bélicos protagonizados por los colonos, debieron dejar sus tierras. Fueron forzados a establecerse en Oklahoma, en una extensión que se creyó estéril. Muchos de ellos murieron en el éxodo, bautizado como Trail of Tears (Caravana de Lágrimas), pero muchos sobrevivieron. Los Choctaw eran agricultores, su dieta era casi exclusivamente vegetariana. El historiador George Catlin, cuenta: “…la tierra estaba literalmente cubierta de viñas, produciendo la mejor cosecha de deliciosas uvas…y colgando de tales racimos sin fín… nuestro progreso era a menudo completamente detenido por cientos de acres de pequeños ciruelos… cada arbusto que podía verse estaba tan cargado por el peso de esta fruta, que muchas veces se quedaban literalmente sin hojas en sus ramas y bastante doblados hacia el suelo… y camas de groselleros y cactus comestibles” (Muchos de los alimentos “salvajes” que los exploradores anglos encontraron durante sus viajes eran cultivados cuidadosamente por los indios).

Así, con nuestras manos también podemos convertir algo aparentemente infértil en todo lo contrario. Lamentablemente, con frecuencia, hacemos lo contrario de lo que, en ´la Oklahoma árida, hicieron los Choctaw.

No obstante, quién de nosotros no sabe hacer el “indio”.
 



La tentación del verbo.


“Una mujer que reúne a sus pretendientes bajo un mismo techo no tiene intención de querer a ninguno, por la misma razón que aquellos que creen ver fantasmas buscan fantasmas y nada más”. (EL DESTINO DE CORDELIA, Ray Loriga)

-¿Tú crees?- dice ella, como si hubiese escuchado sus palabras. Está a punto de dormirse sobre el brazo del sofá y sonríe al pensar que haya sido precisamente él quien lo ha dicho...

“Todo es amor... Todo es amor. El amor lleva a la comprensión. La comprensión a la paciencia. Y entonces se detiene el tiempo. Y todo pasa aquí y ahora”. (LOS MENSAJES DE LOS SABIOS, Cap.6: El poder curativo de la comprensión, BRIAN WEISS)

* * *

Desde la calle suben los ecos de la vida que continúa, a pesar del sueño de la mayoría. La realidad es que la ciudad comienza a dormirse y en los retazos de cielo que se vislumbran aparecen las huellas del cansancio.

Ahora, aquí, no está insomnio, sino el susurro aparente de un péndulo invisible, contra la pared, contando segundos solitarios, en tanta compañía... El verbo necesita un sustantivo al que aferrarse, quiere sostenerse en una acción, planear, avanzar, discurrir... Y siente cómo se le enervan varios adjetivos escondidos, cómo escalan y ascienden hasta los párpados silentes. Cede y toma posesión de una detención colmada de presagios. Y callado, divaga entre imágenes aún no dichas, y en sentido figurado, o figurándoselo, dichosas. Porque era eso lo que añoraba el verbo, recostarse serenamente sobre las imaginadas luces que pretende y alegrarse de ver. Remonta entonces, cometa y vuelo, sobre las almas que ya han dejado de mirar al mundo y admira, siente, se emociona y carga de toda posibilidad, eludiendo cualquier margen filoso que pueda constituir un escollo en el discurso amante.

Recorre una avenida. Pasa delante de una fuente. Se detiene frente al escaparate de todas las tentaciones contenidas y compra por muy poco el regalo que deseaba.

Luego envuelve cuidadosamente el tesoro menos costoso y, ya sin miedo, pone su voz entre los pliegues del papel.

Aquí, ahora, sólo el reloj de arena transparente de la playa, mientras el verbo, sumergido, indaga...
 
 




domingo, 25 de abril de 2010

La cercanía del cielo.


“Sólo yo entiendo lo lejos que está el cielo de nosotros; pero conozco cómo acortar las veredas. Todo consiste en morir, Dios mediante, cuando uno quiera y no cuando Él lo disponga. O, si tú quieres, forzarlo a disponer antes de tiempo”.(PEDRO PÁRAMO, Juan Rulfo)


“Tenemos deudas que hay que pagar. Si no las hemos abonado tenemos que llevárnoslas a otra vida para saldarlas. Al pagar las deudas progresamos. Algunas almas lo hacen más deprisa que otras. Si algo interrumpe tu capacidad de pagar esa deuda, tienes que regresar al plano del recuerdo y esperar allí hasta que vaya a verte el alma con la que tengas la deuda. Cuando las dos podáis volver a un forma física al mismo tiempo, se os permitirá regresar, pero el que decide cuándo volver eres tú. Tú decides lo que hay que hacer para pagar esa deuda”.(LOS MENSAJES DE LOS SABIOS, Cap. 3:EL REGRESO, El karma y las lecciones, BRIAN WEISS)


Sí, gracias.

Pendiente de los disfraces dispuestos por el cielo, abro y cierro, vuelvo a abrir. Un par de palomas vuelan juntas y se posan en el tejado de enfrente. Decido dedicar el día a la lectura, debería salir a caminar, mi espalda resentida lo necesita y, aún así, engancho el libro y no lo suelto salvo en los incisos, comida, limpieza...

Tenía una deuda pendiente con esa novela desde hace tantos años... No sé por qué no la leí antes. Supongo que éste era el momento. Recordé a casi todos aquellos amigos que me la habían recomendado, sin embargo ha sido la última recomendación la que surtió efecto... y me alegro tanto de haber seguido el consejo, gracias.


Vengo de silencio. Visto así porque la ocasión lo requiere, desnuda el alma y los ojos abiertos a las formas de los ángeles inventados. Conviene, cada cierto tiempo, escuchar el propio ritmo, el diálogo interior, día o noche, revisarse las angustias y los entusiasmos, poner en orden esperanzas, si aún se hallan en stock... Pero sobre todo, conviene no olvidar que sólo en libertad se es verdaderamente y que sólo se conserva aquello que no se amarra.

Ahora, bajo el telón oscuro de la noche, tal vez asista a la representación de los fantasmas que me acompañan. Y si se atreven a perder su nebulosa forma, puede que les invite a la tisana de medianoche.
 







sábado, 24 de abril de 2010

Distancias...


“La visita, en una mañana lluviosa y madrileña, a esta exposición, lluviosa y extranjera, me lleva de vuelta al valor que tienen las cosas a pesar de nosostros, contra nosotros, sin nosotros. A la belleza objetiva, al tiempo de lo ajeno, a las ciudades que amamos sin conocer y que después de haber conocido podemos seguir amando siempre que seamos capaces de ignorar nuestra presencia, de borrar nuestaras huellas, de acabar de una vez por todas con la tiranía de nuestros recuerdos”. (DÍAS AÚN MÁS EXTRAÑOS, La ciudad y las nubes, Ray Loriga)


* * *

… es en la distancia donde reside el calibre exacto de la piel, la cercanía -primer plano- revoluciona la percepción con su exigente carga de presencia y obligatoriedad de vivir. Lo amado pierde la contundencia que realmente tiene, difuminándose en los conflictos cotidianos, como cuando te acercas a un cuadro de Van Gogh, sus delirantes pinceladas desvirtúan el conjunto y su resultado, al alejarse unos pasos.

De vez en cuando calzada con la nostalgia, y sólo por prescripción facultativa, visito la ciudad en la que vivo, como si no viviera en ella, teniendo en cuenta la añoranza sentida en la lejanía, y esa amalgama me permite contemplarla con el asombro que su belleza merece.


De vez en cuando miro debajo de mi sombrero, sin pudores infantiles, y miro a aquellos que amé y me amaron, borro la lista de agravios de algún suceso indigno de mención y declaro que mi vida también fue eso, porque sería inútil renunciar a ello, soy, con todo lo vivido.

De vez en cuando, armada de una ilusión casi infantil, asaltada por un pudor impropio de mi estatura actual, desnudo la forma de un amor nuevo y le regalo caricias secretas.

Y de vez en cuando me distancio, sólo lo suficiente para que el hechizo no se difumine.



Un día más o un día menos


Pasos perdidos en la estantería. Las muñecas rusas pasean de mayor a menor sobre las cornisas de la madrugada que comienza. Turno de seguir. Turno de repasar los títulos. El día fue ascendiendo y descendiendo sobre las ondas del silencio, la ausencia y el nombre del poeta. Era otro día, éste alquilaba trajes de ayer y miraba su aspecto en el espejo de la puerta del ropero. El café llegó tarde, tras una larga siesta desvirtuada y de borrosos sueños. Al despertar ya no estaba el diario de los conflictos, ni los asuntos del escritorio tenían importancia. Sólo ese latido de páginas poniéndome una blusa fresca, de mangas dispuestas a un abrazo que permanece en el aire...

Presentir. Postsentir. ¿Cuándo y qué sentir?

En el centro, en el instante dicho a la nada que escucha.

El cielo de esta madrugada parece despejado, sin embargo revolotea entre las antenas una confusa ambición de permanencia, como un juego dictado por dioses falsos.

No veo al hombre desnudo sino sus frases en boca de otro, como un Cyrano altivo, que sabiendo el final de la obra, sale del escenario y vaga por los callejones de otro barrio. Todos los actores conocen el juego menos la marioneta cautiva...

Miro mis uñas y sé que he arañado todos los pasadizos de la carencia onírica. He de consolarme de todos modos con un destino de sartenes y escobas, ajuar de morada catacumba. Y es por eso que la ilusión se disfraza, decae con la ropa diaria y retorna a los símbolos de aquel pulso independiente.

La trampa está abierta y el corazón cerrado.



(Me arrodillo, junto las manos y suplico a ese cielo abierto sobre una ciudad que miente.) 





 

jueves, 22 de abril de 2010

Esta tarde vi llover...



"Esta tarde vi llover,
vi gente correr
y no estabas tú.

La otra noche vi brillar
un lucero azul
y no estabas tú.

La otra tarde vi que un ave enamorada
daba besos a su amor ilusionada
y no estabas tú.

El otoño vi llegar
al mar oí cantar
y no estabas tú

Yo no se cuánto me quieres,
si me extrañas
o me engañas,
sólo sé que vi llover,
Vi gente correr
y no estabas tú".

(BOLERO: Esta tarde vi llover, Armando Manzanero)

"Y dicen las canciones que después de la lluvia viene el sol y luego la lluvia. Mentira. Después de la lluvia sigue la lluvia...". (TOKIO YA NO NOS QUIERE, Ray Loriga)

* * *

"Voy en el tren, todavía no he llegado, pero ya presiento su agresión".

Se ha sentado a mi lado. Revuelve con manos inquietas el interior de su bolso y saca un pequeño cuaderno.

Escribe.

Por debajo de los cristales oscuros de sus gafas resbalan dos gruesas lágrimas.

Caen en el cuaderno abierto dibujando dos flores negras sobre la angustiada frase.

Guarda la libreta y murmura una canción, apretando el dolor entre los dientes.

Algo punzante se clava en el aire de vagón.

Miro hacia afuera.

El campo está verde, muy verde.

Alzándose sobre el horizonte, la perezosa gama de colores que despide a la luz.

Mi estación es la siguiente.

Ella sigue. Se ha acomodado en el asiento que dejo libre.

Replegada sobre sí misma, apoya su cabeza sobre el cristal y se pierde en el paisaje con su murmullo, como si acunara su desconsuelo.
 
 



 
 
 

miércoles, 21 de abril de 2010

Si... (para variar)



“Por las mañanas la dejaré dormir. Las cicatrices de nuestros golpes no durarán más de una semana. Para cuando las desgracias vengan a visitarnos ya nos habremos mudado. Lavaré los platos y beberé cerveza mientras espero a que vuelva del trabajo. Cuando me pregunte cómo me ha ido siempre le diré que todo ha ido bien y ella nunca sabrá cuánto miento. La chica rubia nunca tendrá que escalar la fachada porque yo siempre estaré en casa”. (HÉROES, Ray Loriga)



“La casualidad se puso el disfraz de una mariposa que al vuelo se entregó soltando su efecto nos acarició.
No imaginas cómo sería yo si hubiera esperado un segundo más el amor.
Ni mis gestos ni mi propia voz, ni mis besos serían hoy de los dos.
La casualidad se puso el disfraz de una mariposa que al vuelo se entregó soltando su efecto nos acarició.
La casualidad se puso el disfraz de una mariposa que al vuelo se entregó soltando su efecto nos acarició.
Si quieres venir conmigo a buscar la fórmula exacta de la realidad intenta escribir a los demás, procura que nadie nos oiga marchar.
Cada pregunta de cada respuesta de cada persona de cada planeta de cada reflejo de cada cometa de cada deseo de cada estrella”.(MARIPOSA, La oreja de Van Gogh)

* * *
Sí, estaba oscuro. Los haces de luz, pese a todo, se empeñaban en traspasar la persiana cerrada a cal y canto, el canto mismo, enredado en la resonancia del patio subía y desconectaba su pensamiento rígido, dolorido. Interrumpía ese empeño y revolvía su mente como si fuera una cuchara y su cabeza un cuenco de sopa de letras. Y las palabras negadas, distanciadas, acudían reinventando la pena. En un momento pensó que eso debía de ser lo que ocurría en la resurrección, porque el canto desafinado de la vecina le hacía sonreír en medio de aquel dolor insoportable.

Si pronunciara tan sólo un nombre que mudara el bosque oscuro y helado en un nueva estación, aunque ésta tuviese que derribar los muros de lo inverosímil y convertirse en realidad.

Si volvieras, dijo, asomándose a la ventana que daba al jardín de otro pensamiento...
 



martes, 20 de abril de 2010

Querido blog, feliz cumpleaños.


“En esos versos, o en su reedificación, se sujetaba entonces su cordura, no había más que hacer, ni tarea más importante. En esos versos se hundía su vida, y de su empeño por enmendar esos versos dependía que fuera capaz de rescatarse del naufragio”. (YA SÓLO HABLA DE AMOR, Ray Loriga)




“Busca un libro que diga "cómo"
luego otro que se titula "sí",
un tercero llamado "nada"
es la forma del círculo sin fin.



Y es que no hay nada mejor que revolver
el tiempo con el café.
Y es que no hay nada mejor que componer
sin guitarra ni papel.
Paralelas vienen siguiéndome
espacio y tiempo juegan al ajedrez
ahora tú, no dejes hablar
incógnita que aún falta por despejar”.



(De UNA DÉCIMA DE SEGUNDO, Luz Casal)



Bebé, un año. El tiempo mordido en la esfera, de cafés, alguna copa de vino y también las cristalizadas lágrimas, adheridos a la tinta. Un cumpleaños con luna que tal vez no se vea. Los volcanes inundan el cielo y el vientre de la diosa gesta sus ciclos.

De los diarios, esos íntimos, y a veces no tanto, pedazos de silencios vistiendo los días, como si el calendario no fuese suficiente, proviene una costumbre. La de explicarse. Y de tanta explicación reunida, en algún extraño pasaje, comienza la mentira. Hay que mentirle un poco a la rutina y adecentar el alma frente al espejo. Y esa mentira deja de serlo, cuando lo que no sucede, le sucede a alguien que sólo existe en la imaginación.

Así, te digo que te amo, héroe parido sobre una página en blanco de la libreta número cincuenta, que no pertenecía al medio siglo de libretas. Después, en una noche de berrinche con los truenos, de un plumazo, te encuentro en brazos de otra y lloro el desengaño, con la pistola aún en mi mano, mientras se van acercando las sirenas. Sirenas que se asoman a la playa y regresan a un mundo de lápices de colores.

Un año, bebé acunado a trompicones. Algunas veces temprano con el primer café y otras tarde, tan tarde llegas últimamente. ¿Dónde has estado, dime, por qué no me avisaste?

Pero este rato no es sólo este rato, es antes y será después. Toma del tiempo lo necesario y se va armando entre las horas colmadas o laxas, para convertirse ahora en un instante que se impregna de un perfume o de una pregunta que todavía no ha sido respondida o de la llamada truncada... También de aquella voz que fuimos, alzando nombres y máscaras.

El niño, o la niña, viene, mira, me mira y luego se pierde en sus juegos. Niño de tinta caminando entre millones de niños.

¡Cuenta el amor, niño, niña!, cuando de amor quieras el día, a pesar de la tormenta o del cansancio de los dedos que te invocan.

Bebé, un año...
 
 



lunes, 19 de abril de 2010

Y sin embargo, te quiero.



“Éste era el amor que él había planeado, y hasta que este plan suyo tuviera el más mínimo atisbo de poder cumplirse, no tendría más contacto con Mónica, porque si en algo no podía ya equivocarse era en esto, porque si a alguien quería a estas alturas de su vida era a Mónica, aunque no la quisiera en absoluto. Y no porque ella no lo mereciera, sino porque él estaba ya enamorado y hasta la muerte de otra mujer. En fin, que este asunto del querer se le estaba complicando a ojos vista y ya no sabía dónde había dejado los guantes ni qué hacer con las manos.” (YA SÓLO HABLA DE AMOR, Ray Loriga)



* * *

Sauce. Llorón. Los almendros en flor y el jardín pintado, un jardín solitario. Ése al que no accede la reja de la ventana. Me siento en el suelo, hago garabatos en un papel. Ya no dibujo lunas. El beso se perdió con el mensaje. Escribo “tequieros” que de nada sirven. Tengo dos corazones rotos, uno en cada mano y un mirada perdida en la oscuridad.

Y sin embargo, te quiero.

Había una guitarra detrás de la puerta de una de las casas, o en varias. Las mudanzas fueron frecuentes y el riesgo de otra siempre enseña sus garras. Nadie tocaba la guitarra, nadie sabía tocarla.

Los sauces llorones pertenecen a la infancia y a un jardín de verdad. Un jardín al que se le cortaba la hierba y se regaba. El mismo de las luciérnagas nocturnas.


¿Qué hora? La del centro del sofá. Noche/Interior/Pantallas. Una, dos. Estoy en la primera, una, sola, o contigo y con ellos.


Y una vez más haciendo garabatos... para no escribir tu nombre.


Leí en los posos del café. El reflejo está sumido en un sueño que golpea el cristal y entra. Era el ave revoloteando con su idea, una fijación en todos los términos que acuerdan y disienten. Curvas paralelas entrometidas, vierten su delirante imagen sobre el rectángulo, como un himno acunado en el eje de toda expresión. Desatado. El nudo renueva su fortaleza y, sin flaqueza, ata sutilmente.

Y sin embargo, te quiero.


Ahora te recorre lluvia, baja desde tus hombros y seduce, sol herido, alejado. Sólo una débil gota hasta el vértice, rememora la lágrima del placer en el sentimiento. En tu costado, más cálido hoy que nunca, se adormece, tibio, aquel atardecer.

Te quiero, sin embargo.
 
 





sábado, 17 de abril de 2010

En esa extrañeza que se aproxima.

“Molly tomó un sorbo de ginebra y encendió otro cigarrillo. De pronto encontró cierto equilibrio y ya no quiso seguir mirando las tumbas del cementerio, así que decidió terminar con su desdoblamiento y agarrarse a la barra de Barney's. Experimentaba con frecuencia estos extraños momentos de gravedad cero en los que parecía que la sala se daba la vuelta y los viejos se sujetaban a los taburetes, a la barra, unos a otros, para no salir flotando hacia el techo, como astronautas. (EL HOMBRE QUE INVENTÓ MANHATTAN, Ray Loriga)




Nubes en lo alto. No grises, sino blancas. Nubes recién lavadas.

En la olla del último arco iris están mezclados diversos ingredienes: un segmento de tango y otro de rap, una gargantilla de brillanes, el reloj de bolsillo de un abuelo o más bien bisabuelo, un candelabro de cristal rojo, la medalla de un soldado, una muñeca con vaqueros y blusa blanca, un coche de carreras de metal pintado con un número en negro, una corbata con su alfiler,...

(Mirada con interferencias, la cobertura se pierde y vuelve.)

Quiso donar la tormenta un código de objetos y, entre siesta y siesta, lo recuperan las manos cicatrizadas en labores y caricias.

Un hombre viste la juventud, enseña a su propia imagen los rasgos que aún laten en la sonrisa exhibida, mientras su corazón gana tramos orográficos ya sin caudal,... y adelanta el reloj de la pared sintiendo que aún es temprano.

Sobre la vereda no hay prisa, una brisa lenta arrastra el dibujo de una hoja. La calle agitada, sin embargo.

Una mujer, en un bar cualquiera, deroga la ley de los colores, presenta su cabellera, identificándose, adscrita al trago silencioso tras el que resuena otro, el de labios tersos.

A primera hora, en la mañana, son los primeros y también en la cola de la noche, ponen su plato de cenas primeras. No suelen esperar a la medianoche, aunque la medianoche les extrañe.

En esa extrañeza que se aproxima, sin reproche alguno, apoyaré el lado más claro de la onírica piel que aún delata la ausencia.

 
(y si me ves al fin, antes de que caiga la tarde en saco roto, no dejes de besarme la esperanza)

viernes, 16 de abril de 2010

Mensajes que no llegan a tiempo.

“Cuando cruzaba los brazos enfadado, solo, en la habitación de invitados de mi adorable tía, daba ya muestras de estar derrotado. De vuelta hacia su casa, Cordelia ya me sabía perdido y no lo ocultaba”. (EL DESTINO DE CORDELIA, Ray Loriga)





La carta se había perdido. Además ya nadie recibe cartas, salvo de las compañías de suministros o del banco. Poco más.

Pero allí estaba esa señora, que algún día, yo casi no lo recordaba, había sido vecina en uno de los edificios en los que viví.

Durante todos estos años, la había guardado, sin saber muy bien por qué. Pensaba que las posibilidades de volver a verme eran nulas. Cuando dejé aquella casa, cambié también de ciudad.

Pero volví.

Y mi antigua vecina, se cruzó un día con una amiga que solía visitarme. Le preguntó por mí y ella le comunicó que había regresado. Le contó lo de la carta y le pidió que la acompañara a buscarla. No se perdonaría haber atesorado durante tanto tiempo un mensaje y no aprovechar la oportunidad de hacerlo llegar.

Con tono confidencial informó a mi amiga de que la carta era de un hombre.

Tengo tu carta, pues. En el remite hay una dirección en la que no sé si estarás, ha pasado demasiado tiempo. Todavía no me he atrevido a leerla.

Nunca dejarás de sorprenderme. Me abandonaste con un mensaje en el contestador, te sentías atado, y ahora vuelves en un papel que se extravió y vivió durante todo este tiempo en la casa de mi vecina.




martes, 13 de abril de 2010

Disfrazada de stripper II.



“Yo era el primer sorprendido al comprobar que Cordelia suponía que pensaba en ella justo en los momentos en los que pensaba en ella. A la sombra de ese poder uno se siente insignificante.

Esto no cambiaba en mar o en tierra. El poder siempre conlleva cierto desprecio y cualquiera que haya amado o perseguido, y hasta el que sólo ha sonreido a una muchacha lo sabe.

Lejos del barco la zozobra no disminuía”.(EL DESTINO DE CORDELIA, Ray Loriga)


* * *

(antes de que la noche se transforme en la mala noche que presintió el miedo, cuando el pájaro de hierro se posó sobre la nube)

… después alguien dará un toque mágico de varita y hará que del naufragio salga a flote lo verdadero y será como ese abandono lanzado sobre las playas solitarias por las mareas invernales. Aunque también puede suceder de otra forma menos caótica y la dispersión adquiera un sentido estético imperceptible.

Hablo con ella, con la noche apostada entre metales y esponjosidades. Un muro por delgado que sea, siempre es un muro que distorsiona, se opone, toma partido y aleja, finalmente. El muro es el poder de quien se esconde tras él.

No consentiré que la arrogancia del desamparo, habitante grosero de ciertas noches, acabe con estos dictados en el filo rabioso de las tijeras, sembrando la impotencia sobre el suelo que piso. Los parterres de la indefensión ya están surtidos de setos podados hasta la herida del tallo.

A la primera persona, protagonista centrífuga de un relato envejecido, le pintaron los amores de color sepia.

Y ahora sé, sin saber por qué, de la lánguida característica residente de esta noche, dispuesta involuntariamente a la percepción triste de todas las soledades. También el temor ocupa más lugar del que debiera y llega al amanecer con una desnudez pálida, propicia sólo para maquilladores expertos en protocolos de urgencia.

A pesar de todo, incluso de la saliva que usan los dioses bendiciendo la aceras, en el secreto existe una emoción imbatible y más ternura de la que nos atreveríamos a descubrir...

… tal vez, amor.
 





lunes, 12 de abril de 2010

Vestida de stripper.



“Habría que saber templar mejor el alma de un desconocido, como se hace en sociedad, donde el desprecio no se aleja nunca de la etiqueta. Maldita Cordelia también por eso".

"Sigue hundiendo las manos en el agua, como si nada, mi pequeña Cordelia, mientras mi venganza toma cuerpo y encuentra un caballo a buen precio y una espada”. (EL DESTINO DE CORDELIA, Ray Loriga)

* * *

Metafísica no es lo mismo que meta física. Ay, si Newton levantara la cabeza y tuviera una conversación con Adán...

Los raros eran ellos, no me siento culpable. Cómo iba sentirme responsable de tener la espada de Damocles sobre la cabeza. Y aún así, cuánto cariño repartido entre burlas y mentiras. Ficciones, vale.

* * *

El auto-diván (no el auto de Iván), no tuvo tiempo, hoy, de acoger cuitas dudosas. Por qué ese imperceptible resquemor a lo largo de la mañana, bebiéndose la tarde con un café tardío. No había nadie en el patio y las calles estaban tan pobladas... Rara, sí, me sentía rara, caminando para el dolor con deportivas de legua y media, como si me estuvieran esperando en una ratonera. El diván triste que no se acomoda en la pared correspondiente, así mi nuca estaría expuesta a los martillos. Y es, de todos modos, esa pared la que me da apoyo en algunos momentos de silencio mutuo.

Tratar de usted al aire, plagado de humo nervioso, desasosegado, y sugerirle que tome asiento y nota del baile de ventanas, ventanitas, azoteas deslumbradas, tejados resbaladizos. Cuánta añoranza, decepción, esperanza y otros -no sabe/no contesta- habrán bajado, con lágrimas y lluvias, por esos tejados.

Y qué le digo ahora al detestable honor de la vanguardia, con la letra en chandal y zapatillas, y con esta incoherencia que vira a la oscuridad, cuando todas las fibras buscan abrigo, sabiéndose a descubierto.

Si acudiese el descaro de la stripper que mentía y no mentía, enredada en aspavientos y el alto voltaje de las torres en el aire... Quizás cubriéndome hasta las cejas con la armadura y la máscara, atravesaría el espejo de la madrastra en la que me he convertido y abrazaría a uno de los amigos de la más Blanca. Puede que lo hiciera, puede que destejiera el laberinto de las emociones y todas las sugestiones.

Mientras tanto, canto, a veces junto a la reja, a falta de besos que llevarme al bolsillo del pijama.
 




domingo, 11 de abril de 2010

La caricia escribió sobre la piel.

Encendieron aquel verano y nos sorprendieron confeccionando rutas clandestinas. Calles adoquinadas como un extenso abecedario, dispuesto sobre el más disparatado calendario.

Chaflanes para bifurcaciones, esquinas sorprendidas, cruces y convergencias acodadas en una barra. Y la conversación fue a la caricia y la caricia escribió sobre la piel de una de aquellas noches, cambiándole la intención al verso.

Desconcertado, el deseo, empeñó sus besos y puso entre líneas y sábanas la devoción de las oraciones: plegaria del tacto sobre tu espalda... y abrazo.

 




sábado, 10 de abril de 2010

Café con marinero enfrente.

“Ocurrió en el tiempo de las noches largas y los vientos de hielo: una mañana floreció el jazmín del Cabo, en el jardín de mi casa, y el aire frío se impregnó de su aroma, y ese día también floreció el ciruelo y despertaron las tortugas.

Fue un error, y poco duró. Pero gracias al error, el jazmín, el ciruelo y las tortugas pudieron creer que alguna vez se acabaría el invierno. Y yo también”. (LAS PALABRAS ANDANTES, Ventana sobre el error, Eduardo Galeano)

“Siento volverme de pronto tan sensato, mi queridísima Cordelia, pero en Sicilia jugabas tú al verano y ahora, en tu propia casa, juego yo al invierno”. (EL DESTINO DE CORDELIA, Ray Loriga)

* * *

Del tiempo en el que los territorios minúsculos, eran lugares inmensos expuestos a la exploración, proviene quizás ese rincón a resguardo, destinado a ser jardín y fantasía cuidadosamente cultivado. Perseguir con la mirada el recorrido delimitado de los peces en un estanque, desde aquella dimensión, no provocaba sensación de opresión alguna. Porque entonces la altura de un peldaño requería mayor esfuerzo y subir toda la escalera constituía un reto.

Cada recodo escondía un tesoro digno de ser descubierto y las cosas más simples podían ser ese tesoro: un botón metálico con un escudo en relieve, un azulejo de colores, una piedra con forma de cabeza...

Un árbol no era sólo un árbol. Un árbol era atalaya. Un árbol era refugio. Trepar y elevarse, alcanzando una estatura superior a la estatura establecida.

Va cumpliendo tiempo, esta voz que de alguna manera era aquella, hoy distinta, aunque no sé si más grande, las proporciones pierden importancia cuando se dicen emociones y sentimientos.

En un día chico, menesteroso en todo sentido, encuentro una mirada desafiante, segura y serena. No es mía. Pertenece al hombre que está sentado en la mesa de enfrente. Mira a través del ventanal. Una leve sonrisa se dibuja en su rostro recorrido por los años. Lía un cigarrillo y me mira. Vuelve a lanzar su mirada hacia la calle y da la primera calada, luego expulsa el humo como si tuviese la capacidad de atravesar el cristal y rozar la mano de la mujer que pasa y mira sin verlo.

Tengo un café sobre la mesa, el pequeño cuaderno abierto y un bolígrafo en la mano. La hoja está en blanco. Traía palabras de origen desconocido. Los labios de la tinta tienen dificultades al pronunciarlas.

Además del hombre, de mirada segura y desafiante en la mesa de enfrente, los dos camareros y yo , sólo hay dos mujeres en una mesa alejada, que hablan en un susurro como si estuvieran haciéndose trascendentales confidencias.

De amor. Sí. Las palabras sueltas, esperando enlaces que las unan.

El camarero más joven, aburrido, se acerca, retira la taza de café vacío y me pregunta si me sirve algo más. “Sí, póngame la mirada de ese hombre en el cuaderno”. Le digo que me traiga otro café, esta vez americano, o sea largo de agua, no de café. Sonríe. “Ya sé, cada español tiene su propia fórmula a la hora de pedir café, un lío insoportable a la hora de servirlos, cuando los comensales son numerosos. Yo también fui camarera”.

El hombre de enfrente tiene aspecto de marinero curtido por el viento y el salitre del mar. Aquí no hay mar, y sin embargo a veces tengo la sensación de que, una vez dejados todos los edificios atrás, va a aparecer.

El camarero me trae el café y pregunta si está bien así. Perfecto, le digo.

El marinero mira hacia mi mesa, hacia el cuaderno y el bolígrafo que he puesto sobre la hoja en blanco. Tengo la impresión de que su leve sonrisa adquiere amplitud.

Un chico con mochila a la espalda, gorra de visera y auriculares entra y pide a gritos un vaso de agua. No se da cuenta de que lleva la música demasiado alta y por eso él no se oye. Rompe el ambiente discreto y sin música del bar. El camarero de la barra, también aburrido, le pregunta qué ha dicho como si no le hubiese oído. El chaval vuelve a decir si por favor le puede dar un vaso de agua, gritando más aún. El camarero le hace señas con la mano de que no le oye. Y el chico repite. Los dos camareros ríen y el de la barra le da el vaso de agua. El chico lo bebe y sale dando las gracias a gritos.

Yo también, como el marinero, miro hacia la calle. Le veo, es él. Camina hacia aquí.

Entra una chica y se acerca al marinero.

-Hola, papá, disculpa el retraso, había mucha cola en el banco.

No puedo creer que vaya a entrar justo en este bar. Hay miles de bares en la ciudad, miles sólo en esta zona y después de una año viene precisamente a éste.









viernes, 9 de abril de 2010

El balcón de la vida.

“La energía es energía; no existe energía mala; solamente existe energía bien o mal dirigida. En una persona sana, la energía atraviesa libremente por nuestro cuerpo físico, fluyendo por “caminos”: chakras, meridianos energéticos y nadis. También rodea al campo energético, al cual denominamos aura. Esa fuerza energética nutre nuestros órganos y células y regula las funciones vitales; cuando se bloquea esa energía y se interrumpe la circulación de esa energía, ocurre una disfunción en los órganos y tejidos de nuestro cuerpo”. ( REIKI Universal, Johnny De' Carli)


“Qué tremendamente aburrida es la enfermedad y cuánto le ocupa a uno la cabeza al mismo tiempo”.(TOKIO YA NO NOS QUIERE, Ray Loriga)

* * *

El plenilunio más bello estuvo en alta mar, la luna suspendida en una noche completa, donde el horizonte marino se había difuminado y la nave sólo la tenía a ella como referencia. Tan real y sorprendente.

Los ojos que la contemplaban, estos mismos ojos, desde el balcón donde está comenzando la vida y las ventanas se abren siempre. Tal vez entonces, asombro con hache, porque el asombro de la infancia tiene más letras y menos inconvenientes en mostrarse, acentuando las exclamaciones, apresurando las preguntas, como un tren de cien vagones que corre hacia todas las respuestas.

Y contar estrellas había sido una ardua e imposible tarea, tantas en el hemisferio boca abajo, tantas como las luciérnagas, conquistando un territorio en penumbra de las noches de los estíos, mientras las conversaciones de los mayores y el lejano sonido de las olas sobre la playa, modelaban el silencio del jardín.

Siete jornadas de océano inmenso, presintiendo la tierra y dudando, no obstante, de encontrarla otra vez. Las clases de historia, el descubrimiento: qué raros se sentirían aquellos hombres ante la inseguridad de hallarla, cuando los mapas eran una idea descabellada y el afán de nuevas conquistas.

Las luciérnagas y la playa estaban atrás, la otra orilla comenzaba a ser certeza sin haber abandonado aún el verano, que terminaría en un invierno inesperado.

¡Qué relojes tan absurdos, sostenidos al eje del Planeta!

¿Y en qué se sostiene el Planeta, cuando mira hacia esa luna enorme suspendida en el interior de la noche?

Desde el balcón del barco, el muelle, al que el invierno había llegado antes de que hubiésemos despedido la estación veraniega.

* * *

“Cuando el cielo se oscureció y aunque no eran más que nubes, tuve la sensación de que todo se terminaba y la sensación de haber sentido lo mismo un millón de veces antes”.(TOKIO YA NO NOS QUIERE, Ray Loriga)

jueves, 8 de abril de 2010

De cuento en cuento y tiro porque me toca.



“Cuando alguien te mira y mira también las cosas que tú miras, desaparece el terror de las cosas imaginadas”. (TOKIO YA NO NOS QUIERE, Ray Loriga)


 * * *

Sin embargo, cuando en el interior de la noche lo real rompe un hechizo, quiero imaginar que todo puede ser mejor. Las agujas de un hipotético cronómetro, que tiene agujas de coser segundo a segundo la prisa, dan vueltas como locas, mientras busco la próxima reencarnación del cuento de hadas progresistas. El famoso príncipe que, como todos sabemos, había sido un sapo hasta que alguien hizo de tripas corazón y lo besó, dicen las malas lenguas que se ha convertido en juez de líneas curvas y ha convencido al lobo soplón de que su verdadera vocación son los negocios inmobiliarios. No es nada extraño que los tres cerditos hayan llegado a un acuerdo con él. Van a comprarle una vivienda con jardín y piscina, en la urbanización que el lobo está construyendo. La casa de al lado la compraron Caperucita y su abuelita, el lobo de su cuento es socio de la constructora. De la Sirenita nadie dice nada, mira al mar como siempre, sentada sobre su roca. Cenicienta se divorció, dejó de usar zapatos de cristal y se compró una moto, que nunca se le convierte en calabaza y en la que va a todas las concentraciones de moteros. Pulgarcito se hizo amigo íntimo de uno de los cerditos, lleva siempre puestas las botas de siete leguas y con ellas irá a la boda de su amigo. Éste conoció a una cerdita que no tenía cuento y se enamoró perdidamente.

La Bella, no la de la Bestia, que ésa no es tan bella, sino la Durmiente, se despertó, pero no fue con un beso, tuvo la mala suerte de que sonara el despertador de su vecino. Más tarde se lo encontró en el ascensor y, sin cortarse un pelo, le dijo que para despertarse no había nada mejor que los besos... No sé que pasó después porque el cuento todavía está empezando y yo me voy a dormir para soñar otro cuento con un poco de sentido y sensibilidad.

Chuik!!! (beso sonoro internáutico)
 
 





miércoles, 7 de abril de 2010

Ausencia del pez de los sueños.



“El destino de Cordelia es pues, y ya está claro, vivir y morir entre fantasmas. Que su espíritu pierda todo interés por esta causa depende de distracciones mayores. Las mujeres ya se sabe se distraen con casi nada y en eso, al menos, no es Cordelia una excepción, Si algo sé de Cordelia es lo que ya he aprendido entre otras hermosas jovencitas y por eso soy capaz de seguir vivo cuando aparenta distraerse”. (EL DESTINO DE CORDELIA, Ray Loriga)





* * *


Tictactictactictac... Junto a los relojes de arena el latido es distinto, como el eco de la noche vaciándose en la sombra estéril que sabe de la próxima aurora y su desmemoria. Porque tal vez sea cierto que el verdadero invento del demonio es el recuerdo. No obstante, antes de las primeras luces, ese túnel profundo sin imágenes se obstina en preparar el día hacia la tristeza.

La mano se detiene frente al acto, duda constantemente y finalmente opta por peinarle la cabellera a la rutina con la débil esperanza de que alguna de las sombras intuídas, tome la forma de un día diferente.

La taza de café no amenaza a nadie y aún así es sospechosa por su inapelable presencia en todo tiempo, quizá la única apariencia vital y tangible de continuidad. Y es, en esa hora en que se obvian noticieros, como si sujetar el café humeante fuese un augurio de otras mañanas tras otras noches menos desconsoladas y más aptas para la acción.

Y de esta forma, distraída en el despunte de la luz que surge inexorablemente, descorre la cortina del silencio y apila todas las túnicas de los fantasmas que la visitaron.

La mañana olvida a la noche y contempla la ausencia del pez de los sueños.









lunes, 5 de abril de 2010

Carrera con el viento.



“Las cosas son dueñas de los dueños de las cosas y yo no encuentro mi cara en el espejo. Hablo lo que no digo. Estoy, pero no soy. Y subo a un tren que me lleva adonde no voy, en un país exiliado de mí.” (LAS PALABRAS ANDANTES, Ventana sobre la nuca, de Eduardo Galeano)



“Una negación necesita de un muro, una afirmación apenas precisa un momento de debilidad.” (TRÍFERO, Ray Loriga)


* * *


No se puede decir que huyera de lo que de sobras sabía no podía huir, pese a ello, una fuerza proveniente de la rabia contenida, aceleraba su paso sin rumbo. Los dientes apretados, como si se mordiera el aliento agitado de tantas noches insomnes, iban desfigurando el rostro de la tarde y ya no le importaba si la exagerada prisa de sus pasos llamaban la atención.

El viento, aquellos días en constante conspiración con su cabello y el sentido de su camino, cruzaba las calles empujando prepotente, tratando de impedirle seguir, como una prohibición de origen diabólico.

Contra la mala disposición de los elementos y porque los elementos no juegan sólo en una dirección o sentido concreto, pues no disponen de la facilidad de un cañón, una pistola o una ballesta, esa persecución violenta del aire airado, rompió la gruesa muralla de nubarrones. La nitidez del cielo se abrió paso y sintió que, con ese gesto generoso, el terrible dolor de cabeza cedía, los músculos se descontraían y podía poco a poco aminorar la celeridad de su marcha.

En el bolsillo del abrigo sonó su móvil.

La pantalla mencionaba el nombre que no esperaba.

Reposados en el sedimento de tormenta que aún partía el cielo en calma y amenaza, dos espléndidos arco iris, marcaban una metáfora de doble oportunidad, o de belleza que insiste en mostrarse burlando el mal.

Y el lastre desapareció durante un tiempo.
 



sábado, 3 de abril de 2010

Los relojes de arena del desierto nocturno.




Me imagino dejando que pasen las horas sentado en la misma cama. Mirando la televisión sin mover un dedo, sólo por curiosidad de saber qué hace el tiempo con uno cuando uno no hace nada con el tiempo.


Ella es un ejército y yo soy un hombre desarmado.

El ruido de mi miedo es como siempre demasiado grande y por eso no la escucho.

¿No es, en medio del amor, el amor mismo lo que uno más teme?.

Cuando uno está en Tokio, Tokio está por todas partes.


(TOKIO YA NO NOS QUIERE, Ray Loriga)


* * *


Una, en una inmensa causa, vivir siempre es una causa demasiado grande, sola, con la noche extendida entre todos los puntos cardinales y sin lograr ver la esfera de la brújula, que se supone debe de estar en alguna parte de este desconcierto.
 
Hay momentos en los que dentro de ese profundo silencio, el suelo parece descomponerse y desintegrarse, como peldaños de una frágil escalera que se rompe. Y todo cae hacia un lugar indeterninado, desde donde parece que nada volverá a elevarse.
 
Dar con el "power" del audio y conectar con la melodía que salvó el último naufragio de todos los dioses, hilos conductores entre la debilidad solitaria con ese escenario que es el mundo. Deja de doler tanto, el efecto analgésico de la voz, como si la voz perteneciera a un estrato espiritual más elevado. Y la respiración vuelve a un ritmo menos trágico, las trincheras palpitantes de la nuca deponen sus armas.
 
Y por último, el humo delirante del cigarrillo y el recuerdo que se ata y desata, rito absolutamente necesario para que no se diluya nunca.
 
 
 

jueves, 1 de abril de 2010

Al bies..., my lord.

[la tela, de cuadros, puesta sobre la mesa, espera la tijera que de vértice en vértice, con su filo, corta en diagonal y como no es de araña -insecto (de un sector tan concreto, dícese habitualmente bicho)- compone rombos que no prohiben sino que recomiendan, my lord]





… ruedo, después de un eclipse de sueño contra el cristal.

Arriba lucha de claros y oscuros, tamiz del sol irrumpiendo con su intermitencia cálida. Algunos montes conservan el legado de las nieves. Desfile de árboles desnudos y sus enramados como arabescos.

De pronto los bosques son depositarios de misterios que, desde la distancia en que los contemplo, atesoran sus duendes. La lluvia ha dejado su impronta en la frondosidad.

… paseamos. En silencio, el sonido de tus pasos me habla del movimiento que te es propio, lo que piensas cuando caminas, hasta que una primera palabra enmudece la voz habitante de la arboleda y trae de nuevo el alma que vagó en ella... Hablamos y el bosque es la escenografía extraordinaria sustrayéndonos de los edificios y sus ecos constanes, nos convierte en protagonistas de una secuencia distinta.

Como la ruta descrita en la palma de nuestra mano, el laberinto de calles del pueblo, que al pasar perseguimos con la mirada, abre mil posibles vidas...

Regreso detrás del cristal y abro el libro.

* * *

“Workman es un asesino tranquilo, no uno de esos asesinos espectáculo que causan sensación antes de hacer historia. Lleva un traje azul pálido y un sombrero Fedora. Workman se dedica a hacer lo que le mandan, sin más. Le aburren tremendamente las extravagancias de algunos de sus compañeros de oficio y nunca habla de sí mismo. No se hace llamar “Perro Loco Charlie” ni nada por el estilo. Algunos le llaman el bicho.”(EL HOMBRE QUE INVENTÓ MANHATAN, Ray Loriga)





ME GUSTA

Seguidores

"Te podría contar..."




Archivo del blog