miércoles, 10 de noviembre de 2010

XL


Cuarto peldaño, descenso.

La tarde pasó suavemente, charlando en casa de su amiga, los niños jugando... Las ideas de Amanda se iban aclarando a medida que le iba contando todo a Teresa.

Me voy a separar de Alberto, Teresa. No podemos seguir engañándonos. Este amor le ha transformado, tal vez ni siquiera él sepa qué le está sucediendo.

Me asusta su miedo, Teresa. Hace tiempo que oculta esta relación y eso supone que teme algo. Hay algo que no quiere perder de lo nuestro y algo que no quiere perder de su nueva relación.

Alberto es un hombre muy metódico, rutinario a veces hasta la exasperación, controlador, necesita prevenir casi todo lo que hará, le da mil vueltas a todo antes de decidir. Cuando compramos el último eléctrodoméstico, sin ir más lejos, se informó de precios, prestaciones, de todas las marcas y modelos, de tiendas, tardó una semana en darme a elegir tres modelos de tres marcas diferentes, que según sus deducciones eran los mejores en relación precio calidad. Un humidificador para la habitación del niño, Teresa. Y ahora le veo lanzarse a la aventura con una chica, mintiendo, jugando a dos bandas, improvisando como si lo hubiese estado haciendo toda su vida.

¿Por qué nombró Teresa a Vampi?

El niño ya está acostado, su padre no llega hasta las 22h. Demasiado tarde. En el coche, de vuelta a casa, se le cerraban los ojos. Después del baño y la cena se quedó dormido en el sofá y lo llevó a su cama en brazos.

¿Tendrá ánimos para hablar con su marido?

Amanda enciende la televisión y cambia de canales, la deja sin sonido y mira las imágenes. Un niño engominado, vestido con camisa blanca, pajarita negra y un pantalón negro, canta como si fuera un adulto, sus gestos son copia exacta de algún cantante. La cámara enfoca a una mujer sonriente y con lágrimas en los ojos, evidentemente emocionada, y luego regresa al cantante diminuto, saludando de forma histriónica. Cambia de canal y deja un reportaje. En la pantalla aparece un anciano, superviviente del holocausto alemán, lo sabe por los subtítulos.

Le llega el rumor del ascensor deteniéndose en su planta y las puertas abriéndose. Luego, la llave en la cerradura de la puerta de entrada.

Cuando su marido entra en el salón, no entra él sino otro, al que nunca le había visto ese reflejo luminoso en la mirada. Esta vez sí, esta vez, quizás por su propia actitud, descubre cierta incomodidad.

-Alberto, tenemos que hablar.





ME GUSTA

Seguidores

"Te podría contar..."




Archivo del blog