jueves, 28 de septiembre de 2023

SIN TÍTULO - VIII

 

 

El poeta siempre se sienta a la última mesa del café,

donde los veladores imprimen rasgos sutiles a los tertulianos.

Yo, sólo por verles como en mis ensoñaciones,

me siento frente al trampantojo.


Junto a mí se abre una puerta,

de espaldas,

un hombre contempla absorto el mar.


Pronto caigo en el ensueño

y cierro mi libro.

Fijo mi mirada, presa de una cálida vaharada,

en el horizonte

y me alcanzan los murmullos del discurso del poeta.


Estoy sola,

el café abre sus puertas a la mañana.

Busco compañía y paisaje,

el último cuento de los contertulios

y la voz grave con subyugantes versos.


Retomo mi ávida lectura

y poco antes del último sorbo de mi brebaje,

regreso a la realidad anodina.

Pago.

Salgo.

Y poco a poco con el viento sobre mi rostro

me acerco al mar verdadero,

silente hoy en su mansedumbre.


 

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