domingo, 26 de marzo de 2023

IVÁN

 

    Se miró en el espejo mientras se lavaba las manos y dijo: "Tengo el alma acatarrada". Salió del baño y vio, colgado en el perchero del recibidor, el abrigo gris de Iván, podía olerlo sin acercarse a él. A humo, olía a humo. Ella detestaba el olor a tabaco, no había fumado nunca, no obstante la ropa de Iván no olía a tabaco sino a humo de madera recién cortada. Se preguntaba a qué era debido y elaboró una teoría según la cual ese aroma procedía de la mezcla del humo con la fragancia de la colonia que usaba Iván, entre cuyos componentes se encontraba el sándalo.

    El propio Iván, como sus efluvios, era una amalgama de tipos de hombre que la mantenía en continuo asombro. Su amiga Estela le había dicho que ella tenía una apreciación muy subjetiva de cómo es Iván, que está enamorada y ese enamoramiento le induce a verlo como a un héroe. Ella decía en su defensa que todos somos muchos tipos de individuos, pero lo que realmente importaba era la calidad humana de esos muchos o muchas, en nuestro caso, que fuéramos. Estela le decía que por más que ella no lo viera Iván tenía defectos como cualquier persona. Ella insistía en que no. Y ese "no" lo pronunciaba de forma radical.

     Su alma estaba acatarrada por un bajón de defensas causado por el miedo. Vivía amenazada, sin confesarlo, por la pérdida de Iván. Se decía a sí misma que lo bueno dura poco y eso no le permitía disfrutar apaciblemente del presente. Estela no sabía que su preocupación por las cualidades dignas de alabanza de su pareja era lo que le producía una enfermedad en el alma. Sobre todo lo que más la inquietaba era que un día decidiera abandonarla y no verle más.

     Iván, ajeno a las tribulaciones de su novia, sentía que en ocasiones ella se alejaba mentalmente de su lado y un velo cubría el brillo de sus bonitos ojos. Con dulzura se acercaba a ella y le preguntaba por su estado. Ella, sorprendida, le decía que pensaba en cosas del trabajo, que tenía una época algo estresante y de alguna manera le preocupaba. Iván, a modo de broma, le decía que en casa sólo él era su preocupación y ella le sonreía pensando en tanto lo acertado del juicio irónico de Iván.

     Tres meses más tarde, al llegar a casa del trabajo, Iván se encontró una nota de ella en la que le anunciaba su marcha. Sin explicaciones, sólo decía a modo de despedida: "Te amaré siempre".

 

 

 

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