viernes, 25 de junio de 2010

DIARIO V

MADA’S KEY (no KI).

Dilo rápido, como cuando éramos chicos: jamón, jamón, jamón... Madasquei...
Algunos días, tras el cristal, sucumben a la fragmentación. Las horas se descomponen en un desconcierto analítico, como los distintos sonidos que atraviesan las ventanas abiertas.


Por esa razón derivada de la incertidumbre, desmadejo la absurda labor rutinaria de Penélope y le doy a Telémaco su paga, para que vaya de acampada todo el fin de semana.

Abalorios. Has llegado a Hawai y he colgado de tu cuello el collar de flores que guardaba entre las páginas de un almanaque mordiendo el dictado inconsciente.

No sé quién eres ni por qué has venido. No sé quién soy ni por qué me fui.



Puertos. Amarraba el deseo y paseaba entre folletos de ciudades nunca vistas. Fotos siempre soleadas, como si tuviésemos que aspirar forzosamente al paraíso perdido.


Postales. No debí abrir la caja de Pandora y tampoco conceder la libertad al barco que había atracado dentro de la botella. Ahora vientos y una ruta no prevista en el dictamen de las estrellas. Y a pesar de no deber, ni haber, me alegro. Aunque tal vez una deuda de besos marinos esté planeando su abordaje.



¿Lo has dicho? Madasquei, madasquei... ¡Rápido, rápido!

Beauvoir tenía una mujer rota y Chabrol una muchacha cortada en dos. Yo tengo una sola entrada de cine y a veces escucho a Nina Simone.



Sólo tú has venido, hoy, a este diario que viaja en la valija desmemoriada de tu nombre: la fantasía sin botas y sin gato, recogiendo piedritas del camino. Desandando o rectificando el reflejo del sendero, quizá río, para cruzarte en algún momento, supongo, con la palabra descalza que te devuelva al amor... ¿o el amor perdido?



(... ya no desvelo promesas nocturnas, ya no discuto con la oscuridad ceñuda que me desnuda de espejo y me atrapa en el rincón deshabitado de caricias, ya no espero que el fantasma de la noche tome cuerpo y me abrace enamorado, y al día siguiente traduzco a vuelo agitado la devoción del sueño: salgo, aunque tal vez nos hayamos encontrado: dos sombras desconocidas en la columna del pasado. Tanto anillo ensortijando tiempo.)







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