miércoles, 30 de junio de 2010

DIARIO IX


11:12h- No puedo creer que esté tomando el primer café de la mañana, en esta media mañana de carnaval soñado.

(Gorjeo. Haces de luz tenue en las rendijas de la persiana. Este dormitorio remolonea entre incomprensibles trinos –cómo pueden las aves obviar tanto cemento- y la furiosa huida de una moto apagando los demás sonidos. Nebulosa arrastra mirada hacia el reloj, que ha traicionado a los impetuosos amaneceres de estridencias nerviosas. Y aquel mordisco sonrisa que le faltaba a la Luna, en el caldero tibio de la noche, transgredió mi máscara de dama preocupada. Fueron algodones, instantes de paz regalados y una ferviente claudicación a la cercana y desconocida piel en la sombra. Que a la oscuridad, luego, la saliva del sol la convidó a un calor renovado. De la mano del interior de la noche, llegaron los labios de la distancia y el inexplicable vértigo, vértice que exclama una conjunción enigma venciendo cualquier pronóstico. Es así, supongo, como la derrota vira a victoria y se vence en un sueño. Y te beso.)

14:14h- Diario, ya sé, ¿cuántos días sin escribir (t)?







DIARIO VI - VII - VIII


05:00h- Otra vez. Un hipotético gallo carcome con su arrogancia las entrañas del sueño. Está tan oscuro, me siento ridícula en este trasnoche matutino. Ron vino a ver qué sucede, me ve poner la cafetera en el fuego, gira sobre sí mismo y se va con claras intenciones de seguir durmiendo.


La otra noche, Raúl llegó tarde y me encontró dormida en el sofá. Estaba más animado, había disfrutado de la película y si bien no relacionó nada de la misma con su pérdida, tampoco dio muestras de querer extenderse en la conversación.

Ayer, al mediodía, mi hijo Alberto me llamó cuatro veces seguidas. En realidad no tenía nada especial que contarme. Está bien, se divierte con sus amigos, van todos los días a la playa, juega al fútbol, pasea, lee, “lo típico, mamá”. Me lanzó el interrogatorio pertinente sobre el estado de su tío y sobre mi ánimo. Las cuatro llamadas se debieron únicamente a otras llamadas que entraban y tenía que atender porque esperaba una en concreto. Conoció a una chica que lo tiene “flipado”.

No quiero hacer ruido, es una hora incómoda para estar despierta. Tengo la impresión de estar atada a la silla.

De pronto llega el recuerdo de tu llamada. También ayer. Estás aquí por motivos laborales y quieres invitarme a cenar. Llamaste por la mañana, en el intermedio de una reunión. Te has enterado, a través de mi prima Mada, de que estoy aquí y de que mi hermano Raúl está enfermo. Mada ha sido discreta.

Sí, Raúl enfermó de pérdida, carencia y vacío ante la inevitable ruptura. La verdad es que pudo haber sido más grave.

No sé por qué, cuando nos encontramos, sentí que te convertirías en la excusa adecuada para accionar la válvula de escape y dejar salir algo de presión. Así fue. Después de la cena, en la que resumimos nuestras respectivas cotidianidades desde que no nos veíamos, y de eso hacía ya bastante, te conté la situación real de mi hermano.

La borrachera del madrugón embota un poco mis sentidos. Sigo pensando en la sorpresa de tu llamada.


Algo me distrae de la escritura. Un pedacito de cristal de lo soñado –no suelo recordar mis sueños-: tú estás en la parte trasera de un coche, has llegado a algún lugar y te dispones a bajar. Ningún sedimento más.

06:30h- Saldré a caminar un rato o acabaré con dolor de espalda de nuevo.

06:35h- Oigo pasos en el pasillo. Quizá algún fantasma habite como huésped o tal vez, misteriosamente, Raúl se haya levantado.

(La tiza de espuma estará bordando ondas en la arena. Humedad y olvido, borrando huellas sobre el mullido lecho de la playa.)



07:00H- Me permito una sensación etérea y un tanto altiva, como de madre adoptiva de un mundo de duendes desconocidos. Un pequeño oasis en la continua alerta establecida por la confluencia de los diversos conflictos. En gran parte se debe a que el fantasma del pasillo, tomó la forma de Raúl cuando entró en la cocina.

-¿Te desperté?

-No. ¿Qué pensabas hacer?

-Iba a calzarme las deportivas y salir a caminar un rato.

-Si me das unos minutos, me tomo un café y te acompaño. Eso sí, tienes que prometerme que no recorreremos toda la ciudad ni intentaremos batir ningún record de velocidad.

Se lo prometí todo, por supuesto, y disimulé las lágrimas a punto de despeñarse de emoción.

23:00h- Raúl duerme plácidamente y Ron ha logrado un rincón a su lado.

(Las mismas hojas de los mismos árboles aleteando nuevos verdes, recogiendo reflejos más esperanzados. Se perfila un horizonte en torno a la voz que me sostiene, tu voz. Tuve que vivir –vivirte- secuela intensa. Guardo por ello un puñado de palabras, cuyo deseoso contenido esboza el abrazo.)


08:01h- EL PASEO CON RAÚL

Al principio caminamos en silencio, a buen ritmo aunque bastante más lento que el acostumbrado en mis paseos solitarios. Rumbo a la playa, la circulación iba aumentando el cauce y los perfiles de la ciudad aclaraban sus formas. Cuando avistamos el mar entre líneas rectas –marco arquitectónico no siempre estiloso-, Raúl me miró y dijo: “Soñé con la prima Mada”.

Durante esta convalecencia de mi hermano, apenas habíamos podido apartar nuestras conversaciones de la catástrofe sentimental que lo acuciaba, a excepción del relato de algún sueño que había dejado una huella indeleble en su pensamiento. Esto, a mí, lo confieso, me causaba un efecto desconcertante, ya que debido a un incómodo acúfeno que padecía desde hacía tres años, jamás recordaba mis sueños vilmente ahogados por el intenso sonido que invadía mi cerebro.

Ya al borde de la playa, la luz del sol emergente lavaba las fachadas de los edificios, dotándoles de una aparente inocencia.

Como Raúl se quedó callado, fui yo quien le preguntó qué había soñado.

“Mada venía a buscarme, esperaba en su coche y me decía: ‘Venga, Raúl, sube o llegaremos tarde’. No sé a dónde íbamos, ella estaba muy contenta. Después, por el camino, discurríamos por una carretera entre árboles frondosos, me decía: ‘Raúl, encontré tu llave’. ‘¿Qué llave?’, le preguntaba yo, ‘no he perdido ninguna llave’. ‘Sí’, decía ella, ‘una llave antigua, oxidada, pero bonita. La llave de la puerta que tienes que cerrar’. Luego oí su voz susurrándome que me despertara: ‘Despierta, despierta, despierta...’ Y aquí estoy, paseando contigo”.


Mada había llamado a Raúl la noche anterior. No habló conmigo, tenía prisa, la estaban esperando. A través de él me hizo llegar su intención de escribirme en breve un correo electrónico.

Hacía una hora aproximadamente que caminábamos sin que mi hermano diese muestras de sentir cansancio. Al cabo de ese tiempo, y algo ensimismado, me propuso que tomáramos algo. Entramos en un bar y pedimos dos aguas minerales, que consumimos sentados en sendos taburetes de la barra.

-Estoy mejor, hermana, hoy, por primera vez, me siento mucho mejor. Gracias por estar a mi lado.

-No sabes cuánto me alegra oírte decir esto.

De regreso a casa, percibiendo a Raúl más receptivo, me atreví a contarle mi encuentro con Jorge. Más que el hecho de poder compartir con alguien las anécdotas que iban conformando mi cotidianidad –tengo amigos con quienes lo hago-, lo que realmente me reconfortaba era volver a ver en mi hermano signos, todavía mínimos, de una vuelta a la, digamos, normalidad. Me escuchó, no indagó, pero escuchó y eso no lo hacía desde que Silvia se había marchado y mucho menos desde que salió del hospital.



21:00h- Ron está tumbado a los pies de Raúl, supongo que intenta recuperar la atención de su verdadero amo, renunciando ocasionalmente a la tutoría que ejerzo y al rito de vigilar mi escritura. Volvió alegre de su paseo, se besuqueo con cuanta perrita, e incluso perrito, nos encontramos. Al entrar, corrió hacia Raúl, que lo recibió con los mimos y carantoñas desterradas en este tiempo de enfermedad y ausencia. Otro signo vital.

23:00h- Llamó Alberto, vuelve de Ibiza, quiere pasar unos días con su tío. Llegó el correo de Mada, nuestra primita pitonisa. Y tú, tú también has llamado.


Fumo. Todas las luces apagadas. Sólo la claridad prestada de los edificios de enfrente.

(Voluta de esperma triste, elucubración lenta que se eleva e inserta en la interpretación del aire la cadencia del discurso interno. Noche –y noches tantas- en el exilio epidérmico: imaginación activa de inevitables proposiciones.)






lunes, 28 de junio de 2010

Palabras abiertas.






Lo sé, prometí llamarte. No sabía dónde estaba. Recordé vagamente una cita con alguien. Creo que no fui. Y después, cuando las nubes despejaron ese cielo de tormenta exasperante, supe que no había cumplido con lo acordado. No te enojes. Nunca quise ofenderte. Son esas malditas pastillas, borran hasta los límites de la ciudad si se lo proponen, la ubicación de los objetos, el orden de los números.

Soñé contigo, eso es todo.

(Memo-rizando, 22/10/09)


No es lo mismo arrepentirse que repetirse. Como en esos espejos enfrentados, la imagen viaja hasta el infinito y el grito busca un hueco saludable donde situarse. Un espacio libre de la memoria culpable, algo como una alambrada abriéndose con palabras sanadoras, un bienaventurado hechizo, que alivie la realidad de su peso y teja una nueva tela en la que envolverse.

Dar pasos sobre el camino ya andado, borrando las diminutas esperanzas del nuevo principio, son pasos que desgastan inútilmente el almanaque de los sueños.

Cada noche puede rescatarse de la resaca del día un vocablo bendito, un pez exótico, un término que prometa, no el fin del sentimiento, sino el final de aquello que lo destruye con tanta facilidad.

¿Son esos demonios quizás las dudas, o haber trazado la silueta de una fantasía que no logra materializarse?

En la cornisa distraída de la madrugada, ese pasadizo sobre el cual cualquier desequilibrio resulta peligroso, la voz desmaya la forzada vigilia y vacía la vida como si volcara el silencio de golpe sobre la frente.

Todavía el miedo. Todavía todo como piezas dislocadas rogando una reconstrucción redentora. Y el sentimiento crece con eco deudor, la mirada retorna una y otra vez sobre un horizonte que no se sabe si se ha perdido definitivamente.

La palabra se abre y la ventana cerrada sitúa su simbología en un pasado extinguido.
 
 
 








sábado, 26 de junio de 2010

Lo que había en el interior de la ira.




La mala racha había establecido un código de presencia,

ungido por un misterioso reloj y calendario,

que metódicamente ejercía sus catástrofes.


En un simulacro de serenidad, la mano se abría,

señalando una detención que era burlada constantemente

y la sombra del dolor caía pesada. Nada podía detener

ese juego de apariencias siniestras, en donde tijera,

hilo, trapo y muñeca, adquirían un valor impreciso

en el mercadillo de las confusiones.

Hubo una apuesta sobre la piel de la vida.

Hubo un silencio profundo y cavó un abismo inesperado

de desobediencia ingenua. Hubo

una maestría consentida, un control de brisas y emociones.

Hubo una colocación contraproducente de espejos feriales

en el ojo de la mente de los visionarios. Hubo un recreo

de recreaciones pavorosas. Hubo nombres femeninos y masculinos.

Hubo una increpación a los colores y a los días,

como si jugaran a cambiar las estaciones.

Languidecía la paleta, el pincel y la acuarela,

difuminando mar, arena, montaña, sol y ocaso

teñidos de colores falsos que ya nadie sabía.

El corazón de los niños, rojo, rosa o amarillo,

desteñía un verde oliva de aperitivo, de mediodía con caña,

vermouth y panchitos rancios. Las nubes

que dibujaban las madres en las paredes de sus habitaciones,

lanzaban afilados bríos de tormenta en lo que se suponía cielo abierto

y despejado. Todo, del color de los iconos manipulados.

Hubo una verdad desmedida en quien supo que el amor mentía

y vendía sus besos al diablo. De entre tanto pasaporte a ninguna parte,

concluyó en el último viaje, dando puerta a los Ulises y Penélopes,

turistas de la Ïtaca desmoronada en el azogue de las pesadillas.



Si hubiese que viajar a alguna isla, decía el corazón atorado,

iría a una desierta y volvería a inventar a Viernes con mi mentira.

El corazón atrapado en la celda, repetía, me quedaré en la esquina afilada

hasta que su estigma sesgue el pálpito

y el sol seque ese mar de lágrimas sin balsa ni salvavidas.

 
 




S/T


A estas horas todavía no se me ocurre nada que contar... Así que un poco de música...










viernes, 25 de junio de 2010

DIARIO V

MADA’S KEY (no KI).

Dilo rápido, como cuando éramos chicos: jamón, jamón, jamón... Madasquei...
Algunos días, tras el cristal, sucumben a la fragmentación. Las horas se descomponen en un desconcierto analítico, como los distintos sonidos que atraviesan las ventanas abiertas.


Por esa razón derivada de la incertidumbre, desmadejo la absurda labor rutinaria de Penélope y le doy a Telémaco su paga, para que vaya de acampada todo el fin de semana.

Abalorios. Has llegado a Hawai y he colgado de tu cuello el collar de flores que guardaba entre las páginas de un almanaque mordiendo el dictado inconsciente.

No sé quién eres ni por qué has venido. No sé quién soy ni por qué me fui.



Puertos. Amarraba el deseo y paseaba entre folletos de ciudades nunca vistas. Fotos siempre soleadas, como si tuviésemos que aspirar forzosamente al paraíso perdido.


Postales. No debí abrir la caja de Pandora y tampoco conceder la libertad al barco que había atracado dentro de la botella. Ahora vientos y una ruta no prevista en el dictamen de las estrellas. Y a pesar de no deber, ni haber, me alegro. Aunque tal vez una deuda de besos marinos esté planeando su abordaje.



¿Lo has dicho? Madasquei, madasquei... ¡Rápido, rápido!

Beauvoir tenía una mujer rota y Chabrol una muchacha cortada en dos. Yo tengo una sola entrada de cine y a veces escucho a Nina Simone.



Sólo tú has venido, hoy, a este diario que viaja en la valija desmemoriada de tu nombre: la fantasía sin botas y sin gato, recogiendo piedritas del camino. Desandando o rectificando el reflejo del sendero, quizá río, para cruzarte en algún momento, supongo, con la palabra descalza que te devuelva al amor... ¿o el amor perdido?



(... ya no desvelo promesas nocturnas, ya no discuto con la oscuridad ceñuda que me desnuda de espejo y me atrapa en el rincón deshabitado de caricias, ya no espero que el fantasma de la noche tome cuerpo y me abrace enamorado, y al día siguiente traduzco a vuelo agitado la devoción del sueño: salgo, aunque tal vez nos hayamos encontrado: dos sombras desconocidas en la columna del pasado. Tanto anillo ensortijando tiempo.)







jueves, 24 de junio de 2010

DIARIO IV

06:00H- Cada día me despierto más temprano, esto comienza a preocuparme. Hoy es un día MEA CULPA. De todos modos, no voy a entonar la letanía, porque sólo me siento responsable de los actos, a veces mal controlados, a los que me induce la desesperación de la situación emocional.Nuevamente llueve a cántaros. Raúl, al contrario que yo, cada día tarda más en hacer acto de presencia en el mundo. Aún así su estado mejora poco a poco, ayer comió, casi devoró, la fabada. Como contrapartida se pasó toda la tarde tumbado en el sofá, conectado al mp3 y a Leonard Cohen, en fin. Me gusta Leonard Cohen, pero dadas las circunstancias y a pesar de su edad preferiría que escuchara a Melendi o a Mala Rodríguez.



17:00h- EL CORREO DE LUCÍA.

Hola mami/blue:

Sé sincera y cuéntame cuántas baldosas has contado en las últimas dos semanas. ¿Cómo está Raúl? Dale un abrazo muy fuerte de su sobrinita Lucía.

Aquí todo va como la seda. ¡Sorpresa!, ya tengo el primer capítulo de mi novela.

Charly hace quince días que no me roba la estilográfica, tampoco me ha regalado todavía la que me prometió.

No seas holgazana y escríbeme.

Besos, muchos besos. T.Q.

EL CORREO DE CHARLY.

Hola viejita linda:

No escribiste ni llamaste, espero que todo esté bien. El descastado de tu hijo tampoco llama desde que se fue a Ibiza.

¿Cómo anda la reconciliación de tu hermano con la vida? Estoy pensando en escribir una canción para él. Más adelante, claro. Por ahora estoy dando los últimos “retoquitos”, el maquillaje final, a la que le escribí a Lucía. Cuando la escuches se te va a caer una lágrima en la arena donde buscas la luna llena, jeje.

Escribe, viejita. Te queremos mucho y te extrañamos.

23:00h- A esta hora Ron suele estar ya enroscado –no “enrocado”, de estar contra la roca- sobre sí mismo. Sin embargo, se ha convertido en uno de sus ritos apoyar su cabeza sobre mi regazo mientras escribo y eso hace en estos momentos. Si me extiendo desiste, porque me distraigo y olvido acariciarlo.

Raúl fue al cine. Todo un acontecimiento, al menos así lo deseo. Esperaré a que regrese, sólo por saber si abrirá la boca para emitir alguna palabra que no tenga relación con la ruptura de su pareja.


MEA CULPA. Ayer por la tarde entré en el Corte y contra mis principios anticonsumistas o, mejor dicho, contra el derroche innecesario, me compré un vestido que supera en cifra a todo lo que he gastado en mi vida en una prenda de vestir. Salí tan contenta –me sienta bien, la verdad- como culpable y olvidé perfumarme con MIRACLE en el stand de Lancome. Otra de mis manías que procuro controlar.



No te olvido. Los sueños te han escondido en la desmemoria y su cerrojo, tus ojos vuelven y vuelven y vuelven..., hace tanto tiempo, como un fantasma instalado en su leve roce.





(Aspa. Viento. Destino en remolino. Ese hilo inaprensible que pretende su meta. La sombrilla traza una mueca triste. El sol cambia alrededor de mi toalla, ahora te describe sonriente. “Caballero, permítame que le diga que todo es una tontería, salvo inventarle a usted en mi libreta de caligrafía. Firmado: La que adivina.” La trama del pasado se pierde en cajas y cajitas. Soy y seré toda presente.)



00:01h- Raúl aún no ha llegado. He logrado aburrir a Ron, bebió y se fue cabizbajo a la alfombra.






miércoles, 23 de junio de 2010

DIARIO II - DIARIO III



"Mensajeros en la noche anunciaron lo que no oímos.
Se buscó debajo del aullido de la luz.
Se quiso detener el avance de las manos enguantadas
que estrangulaban a la inocencia."

(De LA DANZA INMÓVIL, Alejandra Pizarnik)
***

[…]"Entre el antes y el durante, los puentes son sólidos y están hechos con sentimientos y convicciones, pero entre el durante y el después no hay puentes sino pasarelas estrechas y resbaladizas." […] (De ANDAMIOS, Mario Benedetti)


08:00h- Diluvia. Huele a café, un alivio después de la pesadilla. Fue tan real.



DIARIO III



Burbujas.

Absorbe aire como si estallara hacia adentro, se hunde en la quietud del agua y resucita tras una estampida de burbujas. Le ha costado mucho levantarse. Tuve que pasearme hasta el final del pasillo con la jarra de café humeante, entrar en su dormitorio y convencerle a base de fragancia. Ahora está sumergido en la bañera, parece un pez atrapado en un vaso de agua.

(Ayer. 06:30h- No podía dormir. Decidí ponerme las deportivas y bajar a caminar un par de horas. También me puse tu jersey azul. No sé cómo vino a parar a la maleta entre el resto de la ropa. Ni siquiera lo había lavado. Todavía huele a ti. Conté cincuenta baldosas hasta la esquina, un hábito que me ha sido contagiado, a veces un tic nervioso. Al dar la vuelta me topé con una parejita casi incrustada en la pared. Tan jóvenes. Tan temprano, o tan tarde para ellos. Casi sentí vergüenza del entrevero de manos, piernas, bocas, formando una sola pieza alejada de mi realidad en exceso rutinaria. Recuerdo que a estas horas la ciudad permanecía totalmente dormida. Todo ha cambiado, yo ya no uso calcetines hasta las rodillas y los horarios modificaron sus costumbres. Hay pocas personas todavía pero algunos bares ya han encendido las luces y otros las están apagando. Camino a buen ritmo, a mi espalda le viene bien este ejercicio. Rodeo la playa y después me dirijo hacia el interior, callejeando hasta llegar a casa. Todo está en silencio.

“Abrí las manos al mar como si pudiera detener su estirpe de piratas y agradecí esa calma silenciosa, que había planeado una mañana clara y tibia.”

08:30h- Pongo café y enciendo el ordenador. Hay dos correos nuevos, uno de Charly y otro de Lucía. Aún no contesté los de ayer. Por supuesto, no hay ningún correo tuyo.)

11:00h- Ha salido a dar un paseo, sin demasiada convicción. Está tan pálido. Ron se quedó sentado en el recibidor, hasta que oyó cómo se cerraba el portal del edificio. Después vino hasta la cocina, bebió y fue a acostarse en la alfombra de mi habitación, resignado a la adopción provisional.



(Baldosas y recuento. Los poemas no leídos y la sombra de la apatía, el olvido y la derrota, recostada en un diván lúcido. El tiempo cura las nubes y la tormenta. El horizonte, bandeja de oro, sirve su oráculo. La arena caliente de la tarde simula tu cuerpo: espejismo soñado, tu pecho sostiene la lágrima del éxtasis. Despierta, soy de una palabra que no pronuncio, porque la victoria es siempre el sentimiento.)



00:10h- “AMOR”, me duermo.









DIARIO I


¿Recuerdas cuando entreteníamos los verbos en símiles de astros y sembrábamos plenilunios sobre los interminables espacios que imponía la distancia?

20:00h- El mar y su vaivén, la indecisa costumbre de cosquillear entre las rocas. Te veo, no estás pero te sigo viendo. Aquí se abre la ventana al lomo del horizonte y la extensión del agua ya no me parece infinita, he descubierto la sutileza de su límite infranqueable. De alguna manera, esta ventana abierta no es sino un trampantojo que induce al regreso. Aún así, algunas noches pintan un bellísimo e ilusorio paisaje de brillos sobre la tela negra del agua.


Te busqué en todos los remites, en los extraños “asuntos” y en los confusos mensajes de plegarias e imágenes. Soñé la epidermis de tu espacio en éste tan lejano a tus costumbres, como si te hubieras convertido a la lengua primitiva de mis besos de papel.

21:00h- Los recovecos del cielo siguen siendo un presagio fantástico: es hora de matices, cuando los signos delatan el giro –el centro extraviado- en las variadas tonalidades.


Decía carmines y sé que tú –esperado- esperabas los labios del deseo mítico, traspasando la seda del aire: alientos cálidos fundiéndose, el verso delirante recorriendo el cuello de arena, humedad y salitre.


El faro cumple su estrategia de parpadearle al desamparo marino.

¿Fuimos peces, lo recuerdas? Y caímos en las redes tejidas por nosotros mismos, en intervalos de silencio y ausencia.

Algunos instantes oníricos me depositaron palabra abierta al otro lado y reclamaron sedientos la mano extendida sobre la espalda del mundo que ya no era: tu mano esculpiendo la forma que tendría el gemido al abrirse camino hacia Venus, en la galaxia más remota de alguna madrugada.

A sabiendas de la insalvable distancia y del desconocimiento de los gestos que nos rodearon en ese círculo mágico, la terca ficción impuso leyes atávicas y secretas, desvelando en la invisible piel abrazada el sortilegio del tiempo.

23:00h- A veces el viento, comparte su eco con la voz grave de un buque entrando en la bahía.



 
 

lunes, 21 de junio de 2010

T - INVENTO



Llueve
sobre la arena, sobre el techo
el tema
de la lluvia:
las largas eles de la lluvia lenta
caen sobre las páginas
de mi amor sempiterno,
la sal de cada día:
regresa lluvia a tu nido anterior,
vuelve con tus agujas al pasado:
hoy quiero el espacio blanco,
el tiempo de papel para una rama
de rosal verde y de rosas doradas:
algo de la infinita primavera
que hoy esperaba, con el cielo abierto
el papel esperaba,
cuando volvió la lluvia
a tocar tristemente
la ventana,
luego a bailar con furia desmedida
sobre mi corazón y sobre el techo,
reclamando
su sitio,
pidiéndome una copa
para llenarla una vez más de agujas,
de tiempo transparente,
de lágrimas.
(LLUEVE, Pablo Neruda)




Cenizas.
No estabas en la iluminación
que cabalga hacia la torre marfileña.
Ardió el verso
y la lágrima
redujo el último rescoldo a lodo.
Palabra fango.
Había reordenado nubes
y reflejos de atardeceres
sobre la mesa
de la primera cena que no fue.
Abrí de par en par la puerta
y me senté a esperar
la llegada de tu nombre desquiciado
en tantos laberintos.

Y las nubes
deshicieron su tejido,
colgando rastros de ámbar silente
bajo la hora solitaria,
cuando los almohadones despliegan su inquietud.
Con la advertencia del extenso embozo,
espiral del mal sueño
apresando la cintura del anhelo;
huyó la caricia desamparada.
presentí el regreso de los temores,
en la transpiración excesiva
del cristal que mira a la Diosa.

La forma fantasmagórica
inscribió su poderosa amenaza
en los segmentos febriles
y abandonó la añorada promesa
en un profundo abismo.
Los días pasaron sus páginas
rutinarias
exentas de sublimes mensajes:
cada amanecer
una esperanza defraudada a medianoche.




Hoy estoy aquí
de nuevo,
ahuyentado el miedo,
desmemoria de pies a cabeza,
besándote la letra inédita.
Inventándote.



Misteriosas lluvias de ranas y sapos

El 31 de marzo de 1977 cayó una lluvia de ranas y sapos en el estado de Ohio, lo mismo ocurrió en 1979 en el poblado soviético de Dargan-Atta.






El 30 de Julio de 1838 cayeron del cielo ranas sobre la ciudad de Londres despues de una tormenta, ocurrio lo mismo en la misma ciudad en 1883.








domingo, 20 de junio de 2010

BALDOSAS II


Ella le busca por toda la ciudad, sin pensar ni un sólo momento en que esa búsqueda es absolutamente inútil. Sortea, cuando su pensamiento se agita, las baldosas de la acera que tienen manchas negras. Charly tomó su estilográfica “Parker”, la de ella, y salió sigilosamente de la casa. Siempre hace lo mismo. Sabe que ella es incapaz de escribir salvo con esa vieja estilográfica que le regaló su padre cuando cumplió catorce años, después de haber ganado aquel concurso de poemas en el instituto.



Charly no encontró la nota exacta, ni la palabra que daba continuidad a la canción que estaba componiendo y ella no le prestó atención. Era una situación rutinaria, a ambos les ocurría, sin embargo Charly no lo veía así. Enflaquecido de ánimo salía después de hurtar la estilográfica y a continuación se metía en el metro y viajaba por toda la ciudad con su guitarra a cuestas.



Ella tampoco podía evitar buscarle, y así los dos recorrían las líneas del metro como si fuese su verdadero oficio. En todos esos años nunca se habían encontrado.

Charly dice que en las entrañas de la ciudad habitan los duendes del tiempo que persigue las sombras, cuando la inspiración se desmaya.

Ella dice que el reloj de arena se detiene bajo tierra, como si ambos elementos hubiesen hecho un pacto secreto.

Luego regresan a casa y ninguno dice nada. Se miran. Charly deja la estilográfica en su lugar y luego la besa, promete que le regalará otra estilográfica con su nombre grabado.

“Por cierto, ¿cómo te llamas?”.



 
 
 

sábado, 19 de junio de 2010

Di-vagando.



La cuestión era…
Pienso. Diván enternecido.
No, no me lo diga, no quiero oírlo.
El techo tan limpio, ni una telita de araña, ni el hombre idem que trepa.
Labios pronunciando y
lento, adentro, viajo…
Vía láctea derramándose en el interior del universo.
Es la duda, ¿sabe? A veces también el miedo.
Pero lo dijo, lo dijo, lo dijo…


Camino.
La medida obsesiva en el teclado pasmado
y la mesa del bar
y el cristal
la lluvia biselada
la libreta debería ser cuadriculada
los renglones me pierden
no me atrevo
y a un T.Q. directo
el vuelo abierto sobre la nube más densa
y el cuarto menguante enredándote
en la ficción que suena
te escribo como me da la real gana
y si no existes en ese planeta del beso
cambio las coordenadas
me sitúo en tu mapa
el de tu hombro y tu espalda
en tus brazos y tu mirada
libero el ancla y me elevo
ya casi lo he tecleado…


… ha despejado
el jardín perfecto de los vientos y la cometa
la infancia te colorea el agua
la melodía que baja hasta el eje
siente hasta el hueso de cada historia
te ata a la pupila del día y de la noche interior
y sin reproche
disfraz hecho jirones
a los pies de la cama solitaria
me duermo
ya mismo
escuchando la corriente clara
tu voz baja flotando…
 
 
 
 
 
 
 

¡POR LOS CLAVOS DE CRISTO,...!


Quería escribirte, no pensaba en otra cosa, es cierto.


Ahora estoy en el ensayo. Hemos parado un rato. Él está extenuado. Y yo pienso en escribirte.

Ayer terminé muy tarde y además hace dos días que el servicio técnico no logra restablecer las conexiones de la zona.

Siempre se equivoca en esa frase. La misma, cada vez que la pronuncia tropieza con el nombre del olvido.

Se cayó la red, señora, eso me dicen. Y yo haciendo alarde de paciencia y sentido del humor, les ruego que no dejen a los trapecistas en el vacío. Creo que no me han entendido.

Le veo tan desamparado en este momento, me gustaría saber cómo consolarle… Los primeros errores fueron motivo de bromas, resultaron graciosos, todos lo celebraron e incluso él mismo ironizó al respecto.

No entendieron, seguro. El caso es que no he podido usar el correo electrónico. Sé que no puedo llamarte…

No puedo evitar sentir pena, ha pasado tiempo suficiente como para superar el dolor y sin embargo… Está sentado sobre un taburete con la máscara entre las manos y desde aquí me ha parecido ver sus ojos llorosos. Todavía la quiere…

Quería escribirte, aunque no tengo nada que contarte, todo está igual. Hay que reanudar el ensayo.

Se incorpora como si llevara el peso de un siglo sobre sus hombros y sus manos tiemblan ligeramente.

Qué te voy a contar, hace sólo una semana que te marchaste a Calcuta con tu mujer. Todo sigue igual. Mi trabajo, el grupo de teatro…

Me mira y sonríe con cierta resignación, me acerco. “No lo pienses más, no tiene importancia”, le digo con un acento y una voz que no reconozco como mías, "cuando llegue el momento de decirlo, esa maldita frase, quiero decir, mírame, ya sabes que yo me llamo igual que la protagonista".

Todo sigue igual, pero en cuanto pueda te escribo, porque creo que debemos hablar, cuando vuelvas.

"Vamos, dilo, prueba". Y lo dijo: ¡POR LOS CLAVOS DE CRISTO,…! Y después sonrió y todos aplaudimos y …



("Bicho Otelo escrutando la representación")



viernes, 18 de junio de 2010

¡Zinc!




Zinc. Ése era el sonido, ¡zinc! Caja de metal vacía. La lluvia había lustrado tejados y calles a primera hora, aunque siempre dude de cuál es la hora primera. ¡Zinc!, como la moneda en la alcancía recién estrenada, como tu nombre en el asiento vacío al otro lado de la mesa y, ahora, aquí, en este túnel. Si recordara. Si lo recordara al salir de aquí y en la sugestión serena de la tarde enamorándose del horizonte. Porque el día transcurre desde una paleta de grises al barrido insolente del sol, ocupado en fabricarse segundo a segundo. Y allí vi rostros y cuerpos metálicos, a las diez, después de la lluvia, antes de la bulliciosa costumbre del domingo lanzándose a la conquista de las calles. Y otra vez tu nombre, para inventarle una ausencia la día y a su melancólico amanecer.

(Bicho inventándose una ausencia)
 
Tenía que inventarte otra vez.


¡Zinc!
 
(Thanks)
 
 

jueves, 17 de junio de 2010

BALDOSAS (I)



Cuenta baldosas. Baldosas falsas. Una, dos, tres... La uña que señala fue devorada por un destino embaucador. Gatea por el suelo y persigue el desdibujo. Cuatro, cinco, seis... La radio gruñe, hay una disputa fiera de ondas enfrentadas. Ha olvidado la fecha, la canción, el clima... Conoció al que nunca ha amado. El espejo tiritaba azogue líquido en los ojos del tiempo, desvaneciéndose. Siete, ocho, nueve... Suma cicatrices en la pared y las oculta con pedazos de poemas rotos. Tantas horas arrugadas bajo la mesa, tantos nervios en los pies desnudos. Cuenta las falsas baldosas y la amplitud del destierro. Parece libre, sin embargo, cuando arrastra la invisible cadena que mutila voz y sentidos. Diez, once, doce... La campana desliza su irreverencia entre los barrotes. Tantas horas aplastadas como insectos. El vigía ciego y su atalaya desmedida en la sordidez del espacio que aprisiona. Robando caricias que son de otro, hurtándole el marfil a la sonrisa que ha ido decayendo en mueca. Trece, catorce, quince... Baldosas acotando la respiración del cielo, la verdadera plegaria y los anhelos de su falda.

Parece que vive, no obstante, al despuntar el día con su mecánica plañidera. Parece que ya no recuerda el recuento de la uña tullida. Parece que todo es verdad a la luz del día, cuando ya se han evaporado las lágrimas. Nadie puede adivinar, entonces, la muerte que allana su morada cada noche. Nadie sospecharía la existencia de la cruel zarpa que rasga el sueño y la despoja de sus nimias posesiones.

Conoció al que nunca ha amado, entre cadenas amarradas al muelle de los despropósitos.

Y como antídoto: tú, cazador lunático y furtivo, regalándole un cuento indescifrable. Una pasión entre líneas que ella recorta y pliega, construyendo naves de papel sin rumbo en las madrugadas carentes de asideros. Y en la certeza del simulacro, elige esa mentira antes de apagarle la luz al mundo, mientras en el sueño y su amnesia, enhebra pócimas y remedios
contra la fractura.




P.D.: Nada de lo escrito ha ocurrido, es cierto, no obstante, cualquier parecido con la realidad no es pura coincidencia.... Bss. T.Q.




domingo, 13 de junio de 2010

RESU(S)CITAR.


Saber por donde empezar y no perder el paso, ésa es la cuestión, mi querido Hamlet. Pero hoy las direcciones prohibidas, impresas en esas piruletas de hojalata que salpican las calles, quedaron ocultas y, en la confusión de la multitud, recordé el nombre de un perfume, burlando la amenaza de tormenta real. Luego, sólo fue lluvia que dejó su impronta de barniz etéreo sobre las calles, como el consuelo que deshace la mirada turbia del amante. Y allí, apostada tras el cristal, derramé la añeja soledad vespertina, contemplando la indecisión del cielo y el gentío entusiasta. Deshice un hechizo maligno, cuyo tormento espesaba el aire y acudí de nuevo a la cita conmigo misma, a recuperarme de los pliegues en los que anidaba la mudez de la noche, a revolverle las horas a la tiranía de no ser, a hacer girar como un loco ese segundero de la prisa imponiendo su regreso carcelario y a tomarme tiempo con el cuerpo de la imaginación que te visita. Miré abajo, desde la altura prudencial del sitio, y quise a ese cuadro de seres deambulando.

Decir que en parte ese momento te pertenecía, aunque no sirva de nada –en el fondo soy realista-, es cierto. No sé por qué, tal vez esta sensación nazca de alguna ficción.

Y creo que no es sólo esa pertenencia lo que me asombra, sino haber hallado el espacio y el tiempo extraviados en el dolor, ese lugar concreto que permite el resurgimiento de la esencia que jamás debe perderse, ese poder indómito de alegrarse ante lo simple y por eso mismo sorprendente: como la nostalgia mansa de un instante, provisto de la insoslayable magia del azar.

El rubor sobre la mesa de Bukowski -jugo de la vid y verso enloquecido-, templa la importancia de mi postura al atardecer, frente a una farola dispuesta a que el telón de la noche la descubra iluminando la redención de la ausencia. Porque en esa mesa, la del otro lado del cristal, se posó antaño el desamor y la huída. En cambio, hoy, mientras las nubes ataban y desataban juegos infantiles de lluvias y primaveras delirantes, en ese instante efímero, me encontré liviana, sonriendo al paisaje de la ciudad que vuelve a anclarme a la tierra…

Ahora, que ya es interior y noche, mantengo una conversación inaudible con el creciente instalado sobre mi ventana: habla del trajín de caricias que peregrinan hacia el plenilunio, modelando la silueta del amor y su enigma.




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