viernes, 30 de octubre de 2009

APUNTE IV



Aquella tarde el cielo vistió colores extraordinarios. Una conjunción perfecta de matices. Tonalidades que le llevaban a creer en la aparición de ángeles con sus paletas y pinceles, dispuestos a enamorarla otra vez del cielo. Alzó la mirada y guardó la imagen como un tesoro jamás visto.

Segundos. Un sorbo de café sereno y el sonido de su teléfono.

Su voz, era esa voz, el latido del atardecer.










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