sábado, 27 de marzo de 2010

La reja... y a deshora.


“Si se ama se pierde el paso y se confunde el camino. Esto a nadie debe sorprenderle porque ha sucedido antes muchas veces.




[…]


¡Yo a veces me siento junto a la verja a fumar un cigarrillo imaginando que te ignoro, y soy tan feliz!” (EL DESTINO DE CORDELIA, Ray Loriga)


* * *

Casi a salvo. La peligrosa linde silenciosa que fragmenta esas horas oscuras a veces asusta. Ya casi ha pasado, y aún en la incierta trama que conduce al día, vislumbra el miedo la posibilidad de consumirse como la vela que nadie ha encendido.

La reja, atenta el desliz del firmamento que sólo ha conservado transparencias, como si estuviese dispuesto a descubrir sus secretos, apenas impone un hermetismo vago que la imaginación acepta y traduce a un juego de seguridades ficticias.

Entonces el humo propone amables discusiones con el gesto de la mano y media ilusión que se irá recostando despacio entre la real tela y la telaraña suave del sueño, viéndote desde la ventana de otra historia.

Quiere la quietud de ese instante que sea otra verdaderamente, traza un boceto de sendero, no pone límites ni recuerdos que lastimen y extiende el olvidado sortilegio de las apacibles noches.

Quizás falta un nombre en el recodo donde se pierde conciencia y, por ello, la voz sumerge su iniciativa lentamente en la laxitud de los párpados.


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