martes, 20 de abril de 2010

Querido blog, feliz cumpleaños.


“En esos versos, o en su reedificación, se sujetaba entonces su cordura, no había más que hacer, ni tarea más importante. En esos versos se hundía su vida, y de su empeño por enmendar esos versos dependía que fuera capaz de rescatarse del naufragio”. (YA SÓLO HABLA DE AMOR, Ray Loriga)




“Busca un libro que diga "cómo"
luego otro que se titula "sí",
un tercero llamado "nada"
es la forma del círculo sin fin.



Y es que no hay nada mejor que revolver
el tiempo con el café.
Y es que no hay nada mejor que componer
sin guitarra ni papel.
Paralelas vienen siguiéndome
espacio y tiempo juegan al ajedrez
ahora tú, no dejes hablar
incógnita que aún falta por despejar”.



(De UNA DÉCIMA DE SEGUNDO, Luz Casal)



Bebé, un año. El tiempo mordido en la esfera, de cafés, alguna copa de vino y también las cristalizadas lágrimas, adheridos a la tinta. Un cumpleaños con luna que tal vez no se vea. Los volcanes inundan el cielo y el vientre de la diosa gesta sus ciclos.

De los diarios, esos íntimos, y a veces no tanto, pedazos de silencios vistiendo los días, como si el calendario no fuese suficiente, proviene una costumbre. La de explicarse. Y de tanta explicación reunida, en algún extraño pasaje, comienza la mentira. Hay que mentirle un poco a la rutina y adecentar el alma frente al espejo. Y esa mentira deja de serlo, cuando lo que no sucede, le sucede a alguien que sólo existe en la imaginación.

Así, te digo que te amo, héroe parido sobre una página en blanco de la libreta número cincuenta, que no pertenecía al medio siglo de libretas. Después, en una noche de berrinche con los truenos, de un plumazo, te encuentro en brazos de otra y lloro el desengaño, con la pistola aún en mi mano, mientras se van acercando las sirenas. Sirenas que se asoman a la playa y regresan a un mundo de lápices de colores.

Un año, bebé acunado a trompicones. Algunas veces temprano con el primer café y otras tarde, tan tarde llegas últimamente. ¿Dónde has estado, dime, por qué no me avisaste?

Pero este rato no es sólo este rato, es antes y será después. Toma del tiempo lo necesario y se va armando entre las horas colmadas o laxas, para convertirse ahora en un instante que se impregna de un perfume o de una pregunta que todavía no ha sido respondida o de la llamada truncada... También de aquella voz que fuimos, alzando nombres y máscaras.

El niño, o la niña, viene, mira, me mira y luego se pierde en sus juegos. Niño de tinta caminando entre millones de niños.

¡Cuenta el amor, niño, niña!, cuando de amor quieras el día, a pesar de la tormenta o del cansancio de los dedos que te invocan.

Bebé, un año...
 
 



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