martes, 20 de febrero de 2024

XX

 


    Mañana plomiza con tentáculos al cuello: un tempo de promesa primaveral. Vestimenta confusa, las calles se disfrazan con una gama de abrigos y chaquetas. Las temperaturas sufren desvaríos y caen escalón a escalón en un mínimo calor húmedo. Sobran guantes y bufandas.

    Mi pensamiento está exento de ramas desnudas, sólo el verde me alcanza.

    Mis ojos ven la vitalidad en la calle: caminantes, apenas el sol envía sus rayos. Cuando la casa aprieta y las paredes se acercan demasiado voy. Ellos pasean bajo los árboles de la peatonal.

    Pienso en esos amores que surgen al dar vuelta a la esquina de la vida. Era otro tiempo:desmesurado almacén de emociones.

    La taza de café humea y vuelvo a la juventud, cuando pensaba que allí se escondía el genio. Frotaba la cerámica y calentaba mis manos por la promesa silente de hacer acto de presencia. ¿Qué le diría al genio sobre los deseos del presente?

    Le hablaría de mi pequeña vida. De las horas enamoradas de los segundos y de los minutos. Quizá de un tiempo deformado por la sensación de acelerar en los relojes: una carrera de números simbólicos.

    Una pequeña vida sin hadas madrinas salvadoras. Porque ahora es distinto, mis manos y mis ojos sienten de otra forma las maneras de los días, sencillos como entonces, pero sentidos esencialmente diferentes.





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